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Derrotero a tientas

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El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo define el desarrollo como la creación de un medio ambiente donde las personas pueden desarrollar su potencial y una vida productiva y creativa de acuerdo a sus necesidades e intereses.

El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo define el desarrollo como la creación de un medio ambiente donde las personas pueden desarrollar su potencial y una vida productiva y creativa de acuerdo a sus necesidades e intereses.

La definición reconoce que la verdadera riqueza de las naciones está en las personas que las componen y que el desarrollo requiere expandir sus posibilidades de elección para que puedan vivir la vida que desean.

El desarrollo humano incide sobre el desarrollo económico. Cuando las personas están en mejores condiciones de salud, están alimentadas adecuadamente y tienen un alto nivel educativo, eso se traduce en mejores capacidades empresariales, laborales, etc., y por lo tanto, aumentan el capital humano.

Extrapolemos estas definiciones a nuestro país.

El desarrollo de un país no equivale estrictamente a los productos de ese desarrollo (tecnología avanzada, por ejemplo), sino a una condición previa: una actitud de seriedad, de responsabilidad, de conductas probas, socialmente compartida.

Los anglosajones no empezaron por las computadoras, sino por una acción originaria: el control del espacio y el tiempo. Empezaron por ser puntuales y ordenados.

El desarrollo es en el fondo, el diseño y la adopción de una serie de valores que modifican nuestra conducta. La responsabilidad, la puntualidad, el orden, la buena disposición a recibir los cambios, están entre ellos. A abrir la cabeza…

Aquí, los hechos son contundentes, le tememos al cambio; lucimos con una consigna determinante, rémora cultural enquistada: “la vamos llevando”, frase mediocre que nos define.

Tuvimos crecimiento de más de doce años pero sustancialmente nada ha cambiado. Somos un país permisivo, donde la grosería forma parte del paisaje y la responsabilidad en el accionar, no determina consecuencias. Los ejemplos son cuantiosos.

El crecimiento de nuestro país durante más de doce años, de ninguna manera quiere decir desarrollo. Un país es rico cuando obtiene altos precios por sus bienes, que puede depender de circunstancias coyunturales (poseer petróleo o cobre). Kuwait tal vez sea rico… ¿pero es desarrollado?

Corea del Sur tal vez sea menos rico que Kuwait, pero es desarrollado no porque posea bienes altamente cotizados en el mercado internacional, sino porque ha puesto en marcha un proceso que le permite explotar al máximo sus propias posibilidades humanas y naturales.

A los países desarrollados los afectan calamidades naturales, la sequía o un terremoto o calamidades financieras (como ha sucedido), pero como son desarrollados consiguen minimizar al máximo el impacto a través de la organización racional de su economía y la puesta en juego de valores que enriquecen la vida del hombre.

Los países no desarrollados pueden beneficiarse de circunstancias excepcionales, pero por no ser desarrollados esa buena suerte es solamente eso y cuando los abandona, los vuelve a dejar en harapos como antes. Nuestra realidad sin matices.

Educadores de fuste dicen que cada vez llegan menos estudiantes al nivel de la Universidad, agregando el Instituto Nacional de Evaluación Educativa que “si el panorama de secundaria sigue como está, en pocos años la mitad de la población no va a tener la secundaria completa”.

Se evidencia en la educación un problema estructural, según experto internacional.

¿Y qué sucede? Pues nos gana la inercia, la ineptitud, el derrotero sin rumbo y nos jugamos a una planta de celulosa como salvavidas en el medio del fárrago y la desidia.

No hay ánimo de conciliar posturas, de fijarse objetivos comunes, de lograr políticas de estado en temas esenciales. No hay diálogo y tal vez falte un liderazgo firme, con metas claras que nos saque de esta siesta complaciente que vivimos y que nos hunde en el más acendrado subdesarrollo.

Y así, “la seguiremos llevando…”; con gente que vive muy mal, con educación paupérrima, sin alentar a los emprendedores, con cientos de miles de personas que orillan los 20.000 pesos por mes, con radiante inseguridad, con comisiones investigadoras que no se concretan, con un sindicalismo omnipotente, hasta que alguien venga y diga “no va más” y gestione con otra cabeza y ejecute en consecuencia.

Dos apostillas finales: según experto, tardaremos 30 años en universalizar la educación media en nuestro país; patético. A su vez, el desempleo trepó al 9%. ¿No será un síntoma de que la oferta laboral decrece ante tanto costo e injerencia del Pit-Cnt…?

Estamos lejos de ser un país desarrollado, entre otras razones porque existen muchas maneras de izar las banderas, pero solo la iza bien el que logra izarla con el corazón…

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Anibal Durán

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