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Conversos virtuosos

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Por estos días se editó un libro que recoge el diálogo de dos chilenos, Roberto Ampuero y Mauricio Rojas, intitulado Diálogo de Conversos.

Por estos días se editó un libro que recoge el diálogo de dos chilenos, Roberto Ampuero y Mauricio Rojas, intitulado Diálogo de Conversos.

Cómo reza en el mismo, ambos soñaron con la revolución comunista en los tiempos de Allende y la Unidad Popular en Chile. Cuando sobrevino el golpe de Estado encabezado por Pinochet, 1973, se exiliaron en países vinculados al totalitarismo comunista y en Suecia, socialdemócrata.

Pudiendo obviar comentarios de dicha experiencia en esos países y posar de mártires de la dictadura de derecha, prefirieron contar sus aventuras nefastas y narran los desatinos que provocan los radicalismos, tanto de izquierda como de derecha (al final Pinochet y Fidel Castro constituyen la misma hipocresía y solo quieren el poder).

Dan cuenta ambos personajes, que la experiencia vivida también los transformó como personas, permitiendo ver con otra mirada no solamente a su Chile natal sino también a América Latina.

Pero además, este diálogo que recoge el libro, tiene absoluta verosimilitud y goza de autoridad moral para manifestarlo, porque vivieron en dicho mundo, de dictadura, de carencias, de retaceo a la libertad, de vida en los límites de la miseria y el desencanto permanente. Su diálogo tiene autenticidad, en las antípodas de ese ideologismo en tantos ensayos de izquierda y también de derecha, que todo lo abordan en un plano abstracto, de retórica ampulosa y grandilocuente pero totalmente vacía de contenido y que para nada se condice con la realidad.

Vivimos inmersos en un torrente de eslóganes. O como decía el comediante Groucho Marx: “estos son mis principios, si no le gustan, tengo otros…”. Lamentablemente el mundo está impregnado de toda esta falacia.

Abominamos de lo que pasa en Cuba o Venezuela, pero sustancialmente lo hacemos por los relatos que recibimos, por los informes que leemos o por algún viaje circunstancial, teñido de turismo. Claro, hay aspectos dramáticos que no se pueden soslayar: en Cuba no hay elecciones libres hace ya casi 60 años. Pero Ampuero vivió en Cuba y desmenuza con claridad, aspectos más íntimos que no se pueden minimizar.

Cuenta el citado Ampuero lo que fue vivir “la cuarentena intelectual” en Cuba y Alemania Oriental (la comunista de otrora), donde tenía que leer lectura que le imponían vinculada a los “beneficios” de vivir en regímenes como el cubano o alemán oriental. Y manifiesta cuando pudo zafar de ese mundo cruel y llegar a los países libres de Occidente, “el atracón” que se dio de lecturas de libros que estaban censurados y prohibidos.

Claro, para algún lector desprevenido todo esto puede parecer trivial, porque en nuestro país, terminada la ominosa dictadura, hemos gozado de libertad absoluta y accedemos a cualquier tipo de literatura, gozamos de las más amplias libertades, donde opinamos sobre los gobiernos de turno con absoluta independencia.

Hoy Ampuero y Rojas se han transformado en liberales y tienen la endurance (buen eufemismo), para contárselo al mundo. Pero tampoco son liberales recalcitrantes que ven en el mercado libre la panacea milagrosa que resuelve todos los problemas. Ellos abogan por una sociedad democrática que garantice la igualdad de oportunidades para todos mediante la educación (nuestro gran déficit), de modo que la ciudadanía pueda realizar sus ideales y desaparezcan los privilegios que en países subdesarrollados establecen una desigualdad de origen, que dificulta que alguien nacido en algún sector empobrecido pueda alcanzar el éxito en el campo económico y social.

Y como dice Vargas Llosa en el prólogo de dicho libro: ninguno de los dos se ha vuelto ni conservador ni reaccionario. Ambos son conscientes del egoísmo, la incultura y lo relativo de las proclamas de una cierta derecha que en el pasado apoyó las dictaduras militares más corruptas, confundía el liberalismo con el mer-cantilismo y solo entendía la libertad como el derecho a enriquecerse valiéndose de cualquier medio.

Para estos “nuevos” liberales chilenos, la libertad es una e indivisible. Y ello incluye tanto la libertad política como la libertad económica.

Ambos concluyen y cito: “la solución apunta a reformar y perfeccionar la cultura de la libertad, enriqueciendo las conquistas materiales con una intensa vida cultural y espiritual, que humanice cada vez más las relaciones entre las personas, estimule la solidaridad y que cada ciudadano pueda elegir su propio destino, practicar sus costumbres y creencias, sin otra limitación que la de no infligir daño a los demás”.

Lo contrario al comunismo no es ser reaccionario: es simplemente, sentido común.

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Anibal Durán

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