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Pibes chorros

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Cuando las encuestas revelan que la inseguridad es la máxima preocupación de la gente, desalienta saber que el ministro del Interior, Eduardo Bonomi, cree que ese flagelo "en todo el mundo se está agravando" razón por la cual Uruguay no podrá librarse de él y convertirse en una "isla". Los dichos del ministro, publicados en Búsqueda, son una mala señal para la gente que en estos días volvió a expresar en la calle su inquietud por el auge de la criminalidad.

Según Bonomi hay problemas de carácter social y cultural detrás de la ola delictiva, una afirmación que resulta indiscutible. Aun así, es inaceptable que el principal responsable de brindar seguridad hable con cierto aire de resignación, una actitud que, de contagiarse a sus subordinados, dejaría indefensa a la población. "Acá está viniendo lo que sucedió hace años en Argentina con la cultura de los pibes chorros y todo lo que esa realidad incluye", dijo el ministro en esa línea de pesimismo fatalista que parece inspirarlo.

El ejemplo argentino no es el mejor. En otros países con población más numerosa y brechas sociales aún mayores, la policía logra notables avances en la reducción del delito en base a trabajo, uso de modernas tecnología y sagaces políticas de prevención. Todo ello conjugado con otras medidas complementarias.

Por ejemplo, el azote de los "pibes chorros" puede atenuarse no sólo bajando la edad de imputabilidad sino tornando más severo el trato a los menores, en particular a los más violentos, como acaba de proponer un Fiscal de Menores, partidario de modificar el Código de la Niñez y la Adolescencia.

Hay mucho por hacer en materia de seguridad. Lo que no se puede hacer es bajar los brazos.

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