“Tito” tenía casi 100 años e iba todos los días a estudiar a la biblioteca.
Hace algunos años llegué a Vilcabamba, un pequeño pueblo en la provincia de Loja, en Ecuador. Quería conocer ese sitio famoso por la longevidad de sus felices habitantes. Me establecí en una posada sin puertas (no hay ladrones o merodeadores en Vilcabamba) y recorrí la zona. Primer paso, el hospital: allí los médicos estaban jugando a las cartas porque, explicaron, hay poco trabajo para ellos. Segundo paso, el pueblo: munido de una lista de lugareños centenarios suministrada por los doctores, visité a buen número de ellos. Cada uno cantó su edad y, de buen humor, uno a uno fueron describiendo su estilo de vida. En general faltos de dinero, se dedicaban alegremente al trueque, a la comida natural, al trabajo al aire libre.