La historia que se narra en escuelas, liceos y en la formación del sentido común ciudadano tiene cada vez más un profundo sesgo profrenteamplista. Hoy que es fecha patria, importa desenmascarar este cinismo.
El País lanza los Archivos de la historia reciente, una colección con los libros más importantes sobre estos años
El Uruguay de 1962, cuando aparecen los tupamaros, tenía el mismo nivel de ingresos per cápita que la Italia de aquella época. Sobre todo, sus habitantes disfrutaban de un nivel de vida incomparablemente mejor que la inmensa mayoría de los países del continente.
La publicación de un libro de texto para escolares donde se compara al comunismo con la aldea de los Pitufos es un episodio bochornoso. Pero es también el resultado de haber hecho las cosas mal durante unos cuantos años.
En una parrafada contra “la derecha” y las denuncias de irregularidades en el caso Ancap, Raúl Sendic Rodríguez comparó esa situación con la existente antes del golpe de Estado de 1973. Según dijo, el golpe fue fruto del “desprestigio” de los políticos generado por las acusaciones de corrupción de “la derecha” para que “determinados sectores de la sociedad vieran como salvadores del país a quienes lo único que pueden hacer es hundirlo”. La referencia a los militares es clara.
Uruguay tiene una difícil relación con su historia. Quizás su dificultad esté en la relación con el tiempo, con el pasaje del tiempo, el antes y el después. Voy a analizarlo a través de dos épocas: la salida de la dictadura y hoy.
Por qué es tan importante cómo se narra la Historia del último medio siglo del país? No es un problema académico ni es una discusión que se obsesiona por el pasado. En realidad, es un problema político y repercute en nuestro presente.