Eduardo de Jesús estaba en la puerta de su Complexo do Alemao, vasto laberinto de hogares de bloques de cemento, cuando su madre oyó el estruendo de disparos. Unos cuantos segundos más tarde, ella vio a Eduardo, de 10 años de edad, yaciendo muerto por una herida de bala en la cabeza, y salió corriendo hacia el oficial de policía que sostenía el arma.