Sin ellos, nada es posible. Cobren, entrenen o no. Siempre salen a jugarse la ropa. Esa es la garra charrúa. No otra.
Hoy puede quedar definido el Uruguayo Especial. Habrá que esperar a las seis y cuarto de la tarde para saber si es Nacional el que termina levantando la Copa o no. Todo va a suceder en 90 minutos.
Algún día iba a pasar. Y pasó. La delincuencia en las tribunas iba a terminar corriendo a los buenos hinchas.
Que sí, que no. Que se pone en marcha este fin de semana, que se deja para el otro, que los cánticos que reinvindican la muerte o incitan a la violencia estarán prohibidos.
Leo la opinión de Ramón Luch en La Nación, y recuerdo lo que pasaba en el fútbol uruguayo antes del proceso Tabárez.
Hubo sesenta mil personas en las tribunas. Hubo apoyo, cantos, aliento permanente.
La Celeste tendrá dos partidos tremendos, de esos que bien pueden marcar su futuro en la Eliminatoria. Después del verticalazo de FIFA, actuando de oficio y quitándole los cuatro puntos Bolivia (uno ante Chile, y tres frente a Perú) la tabla se sacudió bastante.
Duele. Y mucho. Otra vida más que se lleva la irracionalidad, el fanatismo, la locura. Duele. El fútbol no tiene nada que ver. Es pasión, pero no delincuencia. Es fervor, pero no droga. Es fiesta, no tragedia.
Ahora sí. Se partió la tabla y de aquí hasta el final, será un mano a mano entre Nacional y Danubio. Wanderers empató con Plaza Colonia y Liverpool cayó con Fénix, dos resultados que liberaron aún más a los líderes que suman de a tres casi todos los fines de semana.
No le hace bien a la vida de la selección estos cruces de cartas, comunicados e intimaciones.