A principios de noviembre (del año pasado) y ya cuando Pluna era un cascote en el zapato del gobierno, el presidente Mujica quiso quitarle trascendencia al asunto con frases que se podrían calificar, por lo menos, de poco felices: “Pluna es un problema que no existe para la mayoría de la gente (…). Es probable que menos del 1% de la gente de este país viaje con cierta regularidad en aviones. (…). Las idas y venidas en Pluna se transformaron en la razón de la existencia de los medios de información, que tienden a construir una imagen que poco tiene que ver con lo que es la realidad”. Lo que el Presidente no entendía —parece que ahora sí entendió— era que en el tema Pluna lo que estaba en juego era un manejo caprichoso, irresponsable y arbitrario de dineros que aportaban todos los ciudadanos a través de sus impuestos y no, exclusivamente, aquellos que viajaban por Pluna. Porque a Pluna la manteníamos todos —da la impresión que la seguimos manteniendo— y bastante carita nos salió.