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La triple R que amenaza los mercados mundiales: recesión, robots y retornos negativo

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Los robots reemplazando humanos en algunos puestos de trabajo puede ser un riesgo de la próxima década. Foto: Reuters

ANÁLISIS

En la próxima década, los mercados se enfrentan a la amenaza de la triple R: la recesión que puede llegar tarde o temprano, la automatización que pone en riesgo más empleos y los retornos negativos.

La lluvia de dinero, las crisis climáticas, las ciudades inteligentes y la economía espacial: los inversores tienen todas estas y más posibilidades por delante al ingresar a la tercera década del siglo 21.

La entrada a la nueva década tiene un aire primaveral, luego de que las acciones mundiales sumaron más de US$ 25 billones en valor en los últimos 10 años y de un repunte de los bonos que dejó a US$ 13 billones de papeles en circulación con retornos negativos.

Además, las empresas de Internet transformaron la forma en que los humanos trabajan, compran y se distraen. Ahora los inversores están tomando posiciones para los próximos 10 años de revolución tecnológica.

¿Podríamos ver una repetición de los locos años 20, como se conocía a la década de 1920? Fueron años de prosperidad, innovación tecnológica y conquistas sociales, como el derecho a voto para las mujeres.

Posiblemente. Pero junto a la euforia hay inquietud. El ciclo económico actual de crecimiento es el más largo de la historia de Estados Unidos y una recesión parece inevitable en la nueva década, cuando también se cumplirán 100 años desde el colapso de Wall Street de 1929.

Y es posible que las soluciones sean poco convencionales, incluso más que las políticas extraordinarias de tasas de interés negativas y compra de bonos que facilitaron la recuperación global posterior a 2008.

Con esas políticas agotadas, “en la década de 2020 parece inevitable un mundo con una lluvia de dinero”, predice Deutsche Bank.

Eso implica que los bancos centrales o los gobiernos entreguen a los ciudadanos grandes sumas de dinero, como si lo lanzarán de helicópteros, una estrategia rechazada incluso por políticos poco ortodoxos en la década de 2010.

Otra opción radical en discusión es la teoría monetaria moderna, según la cual los gobiernos pueden crear y gastar tanto dinero como sea necesario, siempre que la inflación se mantenga baja.

“Los bancos centrales en la práctica han invitado a los gobiernos a experimentar con políticas no convencionales”, dijo Deutsche. Sin embargo, la políticas pueden aumentar una deuda global que ya está en niveles récord.

Entonces, ¿que harán los mercados? Una década de tasas de interés muy bajas no revivió el crecimiento ni la inflación en los países desarrollados, pero ciertamente infló los mercados, como muestran los precios de los bonos, acciones y bienes raíces.

La desigualdad que generaron también ha provocado una reacción generalizada contra la globalización. El resultado es una desglobalización, o como Morgan Stanley lo expresa: “una globalización lenta”.

El banco espera un mejor desempeño de las inversiones tecnológicas, en particular de las pequeñas empresas de internet de China, porque el proteccionismo perjudica a los rivales más grandes.

Pero predice rendimientos menos emocionantes: “una límite más bajo y plano en comparación con las décadas anteriores, y especialmente en comparación con los 10 años posteriores a la crisis financiera mundial”.

Calentamiento global.

A medida que el mercado se enfría, el planeta seguirá calentándose. Se espera que aumenten las emisiones de carbono, las temperaturas, el nivel del mar y, por lo tanto, la pobreza y la inmigración propiciadas por el clima.

Eso debería llevar cada vez más a los administradores de activos a buscar alternativas a los contaminantes, especialmente el carbón, cuyo uso debe cesar en los países de la OCDE en 2030 para que se cumpla el Acuerdo de París.

Calentamiento global. Foto: Pixabay
Calentamiento global. Foto: Pixabay

Bank of America espera que las compañías de energía limpia y vehículos eléctricos emerjan como ganadores, y estima que el mercado de energía limpia ya vale US$ 300.000 millones.

El envejecimiento de la población es otro desafío porque la demografía es un criterio clave de inversión. Deutsche Bank menciona a Irlanda, Ruanda, Ghana, Botswana y Laos entre los 22 que recibirán un “dividendo demográfico”, es decir, se beneficiarán del crecimiento de la población en edad laboral.

También favorece sectores como el comercio electrónico, porque la Generación Z estará entre los 20 y los 30 años para 2030 y tendrá un creciente poder adquisitivo.

Pero en algunos países, las personas mayores seguirán teniendo influencia en el gasto. Para 2030, los mayores de 80 representarán el 5,4% de la población de Estados Unidos, lo que se compara con el 3,7% de 2015, lo que impulsará la demanda por residencias de ancianos, atención médica e innovaciones para extender la vida.

“La inmortalidad puede ser el tema laico más interesante en la década de 2020”, augura Bank of America.

Puntos de inflexión tecnológica.

Una encuesta del Foro Económico Mundial predijo en 2017 una serie de “momentos de inflexión tecnológica” para la próxima década, que incluían vehículos sin conductor y la primera máquina de inteligencia artificial en el directorio de una empresa.

Los años 20 podrían ser una era de ciudades inteligentes, donde el big data y la robótica aseguran una mejor administración, salud y conectividad, según UBS. Se espera que el gasto anual para hacer que las ciudades sean inteligentes alcanzará los 2 billones en 2025 y los dispositivos conectados a Internet se multiplicarán por cuatro a 46.000 millones.

Tecnología. Foto: Archivo El País
Tecnología. Foto: Archivo El País

Para aprovechar estos cambios, los inversores se centrarán en áreas como los vehículos sin conductor y los despachos autónomos crecerán a 455.000 en 2030 desde 4.000 el próximo año, dijo ABI Research.

UBS ve “paralelismos con la forma en que Internet global (...) abrió grandes oportunidades en el cambio de siglo”. Según el banco, la “economía espacial” podría alcanzar un valor de US$ 1 billón en las próximas dos décadas, desde los US$ 340.000 millones actuales.

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