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Rendición de Cuentas: llamado a la responsabilidad fiscal

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MEF quiere que salarios se negocien sin claúsulas indexatorias. Foto: M. I. Hiriart
Fachada del edificio del Ministerio de Economia y Finanzas, MEF, sobre la calle Colonia esq. Paraguay, Montevideo, 20130612, foto Maria Ines Hiriart - Archivo El Pais
Archivo El Pais

TEMA DE ANÁLISIS

Uno de los desafíos del año en materia económica es mantener el gasto público controlado para evitar que las proyecciones del déficit fiscal tiren al piso la credibilidad de que las finanzas públicas están bajo control.

Esta reputación es importante pues es el sostén de la percepción del riesgo país, que a su vez es una de las claves para atraer inversión de calidad que sostenga el crecimiento futuro. Definitivamente, no alcanza con sentarse a esperar que el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) haga bajar el déficit y pronto hay que tomar medidas sobre el gasto.

La conducta fiscal es una definición de hoy con impacto en el futuro y por lo tanto si no se controla para tender realmente a un déficit del 2,5% del PIB, alguien deberá hacerse cargo del mismo a partir del 2020.

El gobierno propuso el año pasado un conjunto de medidas que aumentaban los ingresos y el control del gasto público. Este último siguió subiendo y no se vieron los resultados esperados por lo que el déficit sigue en el orden del 3,5% del PIB característico de los tres últimos años. Es un déficit totalmente financiable con deuda, pero comienzan a aparecer dudas sobre cuán sostenible es esta situación a lo largo del tiempo.

En la medida que haya soporte institucional para controlar la expansión del gasto público, la percepción de los acreedores del país sobre los riesgos de prestarle a Uruguay va a seguir siendo buena. Por lo tanto, hay un objetivo bastante generalizado de que es fundamental: mantener el grado de inversión de la deuda pública. Para ello es clave construir una trayectoria efectiva hacia el déficit del 2,5% del PIB.

Pero no alcanza con esperar que el PIB suba el 3% todos los años y que se licúe el déficit. Hay una rigidez estructural en el presupuesto del gobierno central y el Banco de Previsión Social (BPS) que dificulta las soluciones mágicas.

La estrategia de esperar por el crecimiento para reducir el déficit parte de la base que habrá mayores ingresos provenientes de la expansión económica. Si la economía crece, eso se refleja en el PIB que no es nada más que todo el valor agregado por la sociedad. Desde el punto de vista tributario esto implica más recaudación tanto por el IVA como por los impuestos directos hacia los componentes del valor agregado como los salarios (IRPF y Seguridad Social) y la renta del capital (IRAE).

Pero esto no es suficiente. La gran dificultad que enfrentan los gobiernos del lado del gasto público es que una parte muy importante del mismo no es discrecional, es decir, el gobierno de turno no lo puede bajar. Y en algunos casos, debido a arreglos institucionales o compromisos asumidos con anterioridad no puede evitar que sigan aumentando.

El componente más rígido es el de las pasividades, que por mandato constitucional se deben ajustar cada vez que aumentan los salarios públicos y en función de la variación del Índice Medio de Salarios. Este no solo es el componente más rígido, sino que también es el más abultado. Casi un tercio del gasto total.

Al proyectar a futuro, suponiendo que los ingresos crecen a la par de la economía, hay que tener en cuenta que este componente del gasto en el mejor de los casos crece a un ritmo similar.

Decimos en el mejor de los casos ya que la realidad muestra que el gasto en pasividades aumenta a un ritmo superior debido al envejecimiento de la población, la mejora en los salarios y la flexibilización para acceder a una pasividad.

De hecho, el gasto en pasividades viene creciendo a razón de 0,5 puntos del PIB por año, por lo que resulta muy difícil proyectar una estabilización en los dos próximos años.

El otro componente importante del gasto son las remuneraciones. Teóricamente este componente podría mantenerse en términos del PIB, aunque la historia reciente muestra un leve incremento.

En particular debido a los compromisos asumidos en materia de educación que implican mayor personal y mayores remuneraciones.

Las transferencias que realiza el BPS son otro componente que creció mucho en los últimos años y seguirá creciendo, al menos en 2018. Se trata de las transferencias al Fondo Nacional de Salud (Fonasa), que al menos durante el primer semestre del presente año reflejarán el ingreso de los últimos grupos que captó el sistema a partir de julio del pasado año.

Estos tres componentes representan más del 70% del gasto total y por lo analizado, más que estabilizarse o reducirse tienden a crecer. Si agregamos los intereses por concepto de pago de la deuda tenemos que en el orden del 80% del gasto no es discrecional y no se puede actuar a la baja en el corto plazo.

El margen de acción del gobierno queda reducido entonces a los denominados gastos no personales, algunas transferencias del gobierno central y la inversión.

Con respecto a esta última, los niveles actuales son muy bajos y son el caballito de batalla para sostener el crecimiento en los próximos años, por lo tanto no se espera que bajen. Una parte no ingresará al gasto corriente debido a que realizará a través de la modalidad de las Participaciones Público-Privada (PPP) que en los hechos opera como un gasto diferido, con lo que mejorará las cuentas públicas en el corto plazo.

El poco margen que existe y la necesidad de no fracasar en lograr una reducción por más leve que sea en el gasto público dividido por el PIB hacen de la discusión por la Rendición de Cuentas un llamado a la responsabilidad. En primera instancia para el Poder Ejecutivo en cuanto a la propuesta y luego al Parlamento en su discusión donde lo que va a estar presente es si hay o no ajuste fiscal al inicio del próximo gobierno.

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