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En 1850 nuestra bahía ya contaba con medio centenar de muelles operativos

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Imagen antigua de la bahía de Montevideo. Foto: Archivo El País

Nos referíamos en nuestra nota anterior (1/06/15) a unos 78 terrenos sobre la bahía de Montevideo en una extensión que iba desde el Arroyo Seco, donde se instaló la compañía de tranvías alemana, hasta el Cerro -Punta de Lobos o Piedras Blancas- donde se construyó el conocido dique Cibils, área que más bien era conocida por Rincón del Rey.

En su origen casi todas esas tierras que bordean la bahía habían sido concedidas por el director de las Provincias Unidas del Río de la Plata al Brig. Gral. Don Francisco Xavier de Viana en 1814 (hijo del goberador de Montevideo), en recompensa a sus servicios prestados a la causa de la indepencia nacional y americana (de Argentina).

El suceso en sí es una historia fascinante, pero lo es más que esas tierras se hayan convertido en 78 parcelas que bordeaban la bahía y estas en potenciales minipuertos, valiosísimos apoyos a favor de la incipiente industria y comercio de la que iba a ser nuestra próxima flamante república. Esos terrenos orillando las aguas de la bahía tenían una disposición notable para instalar muelles y así fue que se hizo.

Despues de adjudicadas estas tierras a Javier de Viana, suponemos que a su muerte sus descendientes, allá por el año 1833, las parcelaron y delimitaron con precisión, siendo vendidas luego, incluso por el propio gobierno oriental, a inversionistas privados locales y extranjeros.

Fueron propietarios de estas tierras importantes personalidades sociales de la época, empresarios y casas comerciales extranjeras los que invirtieron en el Uruguay. Esas tierras que estaban en contacto con las aguas de la bahía, solares tocando el agua que eran privilegiados e ideales para la instalación de muelles, obviamente en negocios que tuvieran relación con carga y descarga de productos en operaciones de importación y exportación.

Para instalar el muelle había que solicitarlo, y así se hizo; casi todos lo tenían a mediados del siglo XIX. Actuaron como escribanos Francisco D. Araúcho, Tomás de Tezanos, importantes personajes públicos como Francisco A. Vidal y Joaquín Suárez, designados por el gobierno para actuar como tasadores en el valor de los terrenos ubicados en el Cerro.

Hubo terrenos, propiedad de Emilio Reus comprados a Juan B. Capurro, que cuando quebraron sus empresas y negocios fueron adjudicados al Banco Hipotecario del Uruguay para el pago de deudas al Banco de la República. Los Pérez Montero fueron propietarios de algunos solares, los Lussich, Juan V. Calcagno, muchos ingleses residentes en su país o sus viudas, los Real de Azúa, los Salvañach, Agustín Guarch, Herrán, Casaravilla, Durán y Vidal, Senen Rodríguez, Hoffman, los Cibils, los Aguirre, el saladero de Antonio Serratosa, etc.

Para comenzar digamos que el primero de los terrenos fue vendido a la compañía alemana de tranvías de Montevideo para instalar su usina (La Transatlántica), en un solar que da sobre la bahía a la altura de la calle San Fructuoso con su correspondiente muelle para atracar las barcazas con el carbón y el otro, en el extremo de la bahía, con 43 hectáreas, fue concedido a unos inversionistas ingleses para construir lo que hoy conocemos como el dique nacional.

Ignoramos la actual propiedad de esas tierras o solares que circundan el dique, ya que nuestra información la obtuvimos del Archivo Gral. de la Nación y del libro de Lerena hasta 1916, de manera que en lo que va de nuestro siglo todo eso cambió, existiendo algunas excepcionales situaciones que desconocemos. No vamos a entrar en las querellas judiciales que se suscitaron con algunas adjudicaciones, sobre todo en terrenos submarinos y en construcción de muelles privados, porque el propósito de esta nota es solamente descriptivo y para recordar hechos históricos de estos solares, que más bien habría que llamarlos “tierras de las viudas” porque en las consultas que hicimos la mayoría de esas propiedades pertenecían por herencia a las viudas de sus propietarios que habían fallecido por el 1900.

Otra novedad fue que una ordenanza municipal del 7 de octubre de 1907, hizo retirar las barracas de depósitos de carbón instaladas sobre la bahía en la propia Ciudad Vieja, por los perjuicios y molestias que el polvo de este producto ocasionaba a las industrias, comercios y población de Montevideo.

Estas barracas podrán -decía el decreto municipal- establecerse sobre la bahía a partir de la usina eléctrica de la Cía. alemana La Transatlántica. Recordamos que en 1948 la ANP quería instalar una barraca de carbón en la actual Terminal de Contenedores TCP.

Protocolos.

Hemos leído los protocolos de algunas escrituras del siglo pasado y, por cierto, sus textos, bien de la época, son muy llamativos. Por ejemplo uno de ellos dice: “Y declaramos en nombre de Su Majestad que su real derecho y posesión a dichas tierras ha recaído legítimamente por la expulsión de dichos regulares en su soberano dominio, los traspasamos y permutamos a dicho Don Marcos Pérez, sus herederos y sucesores y desapoderamos, desistimos y apartamos del derecho de Su Majestad a dichas tierras, toda acción, propiedad, señorío, posesión, título, voz de recurso, y otro cualesquiera derecho que pertenezca o pueda pertenecer a Su Majestad, cediéndolo, renunciándolo y traspasándolo todo en el expresado comprador Marcos Pérez y en quien sucediese en su derecho para que como cosa propia suya, la posea, goce, cambie, enajene a su voluntad, como dueño absoluto sin dependencia alguna y en nombre de Su Majestad (que Dios guarde) para que por su autoridad, o judicialmente entre en dichas tierras, tome y aprehenda laposesión y tenencia de ellas…”.

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Imagen antigua de la bahía de Montevideo. Foto: Archivo El País

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