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El “enorme impuesto” al desarrollo que pagan África y América Latina

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Walter Molano, economista jefe de BCP Securities Inc. Foto: La Nación (GDA)

ANÁLISIS

El economista jefe para mercados emergentes de la sociedad bursátil BCP Securities, Walter Molano analiza este aspecto.

No hay duda de que la geografía juega un papel fundamental en el desarrollo económico. El éxito de Singapur y Panamá se puede atribuir en gran medida a su ubicación a lo largo de una vía fluvial estratégica. Los ricos depósitos minerales han convertido países áridos, como Qatar y Kuwait, en países prósperos. En tanto, las abundantes lluvias y la rica capa superficial del suelo han permitido que países como Uruguay y Nueva Zelanda se eleven por encima de sus pares.

La mayoría de las sociedades tratan de obtener el mayor nivel de desarrollo económico concentrando su población a lo largo de las costas, los puertos y las principales vías fluviales. También se agrupan en valles fértiles. Sin embargo, ese no es el caso en los dos continentes más pobres del mundo, América Latina y África. Sus poblaciones se concentran lejos de las zonas costeras, importantes vías fluviales o zonas agrícolas fértiles.

Existe un pequeño nicho de investigación académica llamado demografía hipsográfica que se encuentra en la encrucijada de muchas disciplinas, como geografía, demografía, economía, historia y sociología, y que estudia la relación entre demografía y geografía. Si bien encuentran que las sociedades de Europa, América del Norte y Asia tienden a concentrarse en las regiones costeras, o aquellas con suelos fértiles o a lo largo de las principales vías fluviales, este no es el caso en África y América Latina. No es que la gente de estas regiones sea irracional. Es más un legado de las interacciones que estas sociedades tuvieron con Europa y la esclavitud.

La insularidad de las sociedades africanas y latinoamericanas ha constituido un enorme impuesto sobre su desarrollo económico. Mientras tanto, las principales ciudades, como Nueva York, Londres, Vancouver, Tokio, Ámsterdam, Shanghai, Boston, Hamburgo y Hong Kong, han actuado como puertas de entrada a sus zonas de influencia. Sirven como centros y enclaves para servicios que proporcionaron una plétora de trabajos de clase media en logística, financiamiento, seguros, marketing y distribución. Se convirtieron en importantes núcleos de población, proporcionando oportunidades económicas para una gama infinita de productos y servicios.

Sin embargo, el hecho de que las poblaciones latinoamericanas y africanas estén instaladas en lo profundo del interior, que a menudo está plagado de una infraestructura de transporte deficiente, significa que la población se ve obligada a pagar un elevado impuesto a las transacciones por todos los bienes y servicios. Esto también genera una parte de la sociedad que busca rentas que se beneficia de los altos costos de transacción, como los camioneros y los minoristas. No es sorprendente que estas sean a menudo las fuerzas laborales mejor organizadas en los países en desarrollo o los sectores con la mayor concentración y, por lo tanto, la mayor riqueza. Basta ver el enorme poder económico de los minoristas en México, Brasil, Colombia, Argentina, Perú y Chile. Desafortunadamente, los legados históricos asociados con la colonización de América y África son difíciles de romper. Hay una inercia intrínseca que los mantiene en su lugar. Sin embargo, es importante identificarlos para desarrollar estrategias que solucionen estos problemas.

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