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Dejaban las libras de oro en muelle Fray Bentos

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A principios de los años 90, estando un día de visita en Fray Bentos entrevistamos a un venerable y bien conocido anciano de la localidad, Don Héctor Francisco Fonrodona (entonces casi 90) quien rodeado de sus familiares nos relató que hubo un tiempo que desde Montevideo venían las monedas de oro en cajones para pagar los salarios y sueldos del frigorifico Liebig’s y lo más insólito es que estos cajones, que venían por barco, quedaban toda la noche sin guardia en la puerta del depósito en el propio muelle.

Él había descargado los cajones desde la embarcación y los dejaba en la puerta del frigorífico donde no había nadie que a esa hora de la noche los recibiera formalmente. Y allí estaban las libras al día siguiente, que las recogia el cajero.

El establecimiento Liebig’s cuando se instaló en Fray Bentos, transformó el pueblo en gran ciudad, construyó su puerto y trajo bienestar social.

La nota.

Hace un cuarto de siglo publicamos esta nota que nos sorprendió entonces tanto como hoy porque nos habla de un Uruguay bien diferente del que vivimos hoy. Vale la pena disfrutar esta nota que la repetimos.

“Fue apenas transcurridos los primeros 14 años del nuevo siglo que Don Héctor Francisco Fonrodona, hoy con casi 90 años, comenzaba a trabajar desde una modesta posición laboral en lo que fue el Frigorífico alemán Liebig´s y más tarde Anglo hasta que este cerró sus puertas no hace muchos años.

Es precisamente de ese tiempo pasado que nuestro longevo entrevistado fraybentino con prodigiosa memoria nos narra sucesos de su mocedad que tienen que ver con ambos frigoríficos, con el puerto de Fray Bentos y la actividad naviera y fluvial y con las cosas triviales e importantes de una ciudad que entonces crecía rápidamente. Como dice el refranero “del niño el beso, del viejo el consejo” nosotros añadimos “y el valioso testimonio de un tiempo que no volverá jamás”. Sin mucho esfuerzo, con Héctor nos relata a tan solo 80 años del presidente Rivera, cosas que hoy día llaman la atención por la calidad moral de los hombres de aquel tiempo, encumbrados o modestos.

Sin mucho esfuerzo nos habla del tiempo que los alemanes del frigorífico utilizaban monedas de oro para pagar sueldos y salarios de los uruguayos y de cómo los cajones de madera repletos de libras esterlinas quedaban toda una noche a la intemperie a la orilla del puerto de Fray Bentos, hasta que por la mañana iba el cajero de la empresa en un carricoche iba a levantar esos cajones que por Dios, allí estaban intactos!.

Ciertamente Fray Bentos era por entonces un potencial puerto de ultramar confirmado por alemanes e ingleses e incluso la correspondencia bancaria internacional se refería a Fray Bentos con mayúscula porque era un centro comercial reconocido. “Hubo Un tiempo que aquí a Fray Bentos llegaban cientos y cientos de barcos de cabotaje y ultramar de carga y pasajeros, veleros y a vapor, lanchas y chalupas. ¡Qué movimiento fluvial y portuario había entonces! Se trabajaba con todo el mundo, carne en conserva, extracto de carne y tasajo, que iban para Alemania, Inglaterra, Europa, y también para Cuba y Brasil, y otros países. El tasajo incluso tambien venía de Gualeguaychú en lanchas de 20 y 30 toneladas para transbordar aquí hacia mercados ultramarinos. Pero también se llevaban el tasajo del Saladero San Román donde se hacía la conserva y lo mismo del famoso saladero Bopicua al norte del puente.

Yo recuerdo aún los barcos argentinos “Lucero” y “Aurora del Porvenir” que venían con carga de la Argentina y un día llegó el “Lupec” un barco de pasaje y carga muy grande que entró en Fray Bentos una sola vez por su tamaño y que hacía el servicio entre Gualeguaychú y las islas del Delta transportando pasajeros.”

Todos los días llegaban barcos de pasaje a Fray Bentos, porque sin duda era una ciudad importante con una industria que le daba riqueza y prestigio internacional. Venían incluso los navíos de Mihanovich que luego continuaban viaje hasta Salto donde la empresa tenía allí su importante astillero y taller de reparaciones navales.

Los barcos “Washington”, “Triton”, “Venus” y “Eolo” todos ellos famosos y lujosos fueron asiduos visitantes de Fray Bentos y tanto fue así que conocíamos a sus capitanes y a cada uno de los tripulantes. Había mucho movimiento de pasajeros debido a que por falta de carreteras no existía prácticamente servicio de autobuses y los autos particulares eran muy pocos pues viajar de Montevideo a Fray Bentos por auto era toda una aventura amazónica.

Tripulante

“De muy joven me metí como tripulante en las lanchas, recuerdo. La Libertad que iba de las bocas del Yaguarí hasta Paso de los Toros a buscar madera y que luego la transportaban a embarcaciones mayores que la llevaban para Montevideo. Pero también utilizábamos esta leña en nuestras propias usinas para producir electricidad. Para entonces, mi abuelo que era acopiador de carbón y leña quería que yo estudiara pero la verdad es que comencé a trabajar en el frigorífico Liebig´s y como pagaban bien, me quedé. Allí conocí como se hacía la conserva (cornedbeef), el extracto de carne y hasta el tasajo. Nunca probé el tasajo, porque yo comía mis buenas chuletas a la parrilla pero supe que aquella carne seca iba para las Indias y más tarde me enteré que también era dieta básica en los buques veleros cuyos tripulantes lo tenían por manjar a falta de carne fresca”. No puedo precisar la fecha pero recuerdo que el nuevo puerto se construyó por el año 1927 y que los primeros barcos que atracaron fueron el “Ciudad del Salto” y el “Arapey”.

Yo tenía entonces 20 años y recuerdo bien que Fray Bentos era un puerto de prestigio que se conocía todo el mundo. Todas las semanas estaba repleto de naves de todo tipo a vela y a vapor que traían importaciones de Europa y se llevaban la carne, el tasajo, la conserva y el extracto de carne. Además venían los barcos de Montevideo, Buenos Aires y Gualeguaychú a efectuar trasbordos y la actividad era constante noche y día”.

El oro.

Pero adentro del inagotable anecdotario que enriquece la longeva vida de este hermoso testimonio del pasado fraybentino, don Héctor Francisco nos entrega un relato que por momentos parece increíble pero que lo tomamos como auténtico porque realmente existió un Uruguay así, como este que nos describen con hombres de conducta y comportamiento moral ejemplar y destacable; hombres responsables y de una tremenda honestidad en cuyo tiempo los tratos comerciales entre dos orientales se firmaban con un simple apretón de manos y casi siempre ni siquiera eso, sino la palabra formal y así se explica este suceso que relatamos.

“Recuerdo cuando desde Montevideo -agrega Don Héctor- en los vapores de la carrera venían en pequeños cajones de madera las monedas de oro, (libras esterlinas) para pagar los salarios del personal trabajador del frigorífico Liebig´s y estos cajones repletos de monedas de oro, se transbordaban de noche a lanchas que los dejaban a la orilla del puerto para que al día siguiente por la mañana pasara el cajero de la empresa a recogerlos. Todos estos cajones quedaban toda la noche a la intemperie y sin custodia y allí estaban a la mañana siguiente. ¿Y quién se las iba a llevar -nos dice nuestro entrevistado- si en el pueblo nos conocíamos todos? Lo contrario habría sido algo impensable. (Seguiremos el próximo lunes con más recuerdos de Fray Bentos relatados por Don Héctor Francisco Fonrodona que nació el 16 de junio de 1903 en Gualeguaychú (RA), un testimonio auténtico de la ex Villa Independencia.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Don Héctor Francisco Fonrodona de Fray Bentos. Foto: Archivo El País

Quedaban toda la noche a la intemperie sin ninguna custodiaEMILIO CAZALÁ

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