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Las consecuencias no buscadas de la suba de impuestos en el ajuste fiscal

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Dirección General Impositiva. Foto: Archivo El País
FACHADA DE LA DGI, DIRECCION GENERAL IMPOSITIVA,ND 20070629 - FRANCISCO FLORES
FRANCISCO FLORES

Hay una necesidad de realizar un ajuste fiscal para asegurar que el gobierno retome el control de la macroeconomía y frene un deterioro que puede hacerle quedar débil para la aplicación de políticas económicas. Esta necesidad tiene un nivel de consenso amplio a nivel técnico y social y en general no es cuestionada.

El tema que se discute es el cómo. Al respecto, el gobierno hace un planteo en el que resulta necesario aumentar los impuestos. Sobre esta herramienta de ajuste hay algunos temas que vale la pena tomar en cuenta porque hay aspectos negativos que pueden tener efectos no deseados sobre la economía.

Hay una secuencia de pasos previos al análisis de los impuestos. En primer lugar, se llega a dicha medida luego de la decisión de sostener un nivel de gasto público más alto que el que se puede financiar con el nivel de ingresos previsto para este año y el que viene.

El segundo antecedente es que dentro del aumento de ingresos tributarios, el gobierno opta por la instrumentación a través de los impuestos sobre la renta. Es así que se proponen aumentos en las tasas y en los criterios de liquidación del Impuesto a la Renta de las Personas Físicas (IRPF), el Impuesto de Asistencia a la Seguridad Social (IASS) y el Impuesto a la Renta de las Actividades Económicas (IRAE).

En tercer lugar, se opta por impactar solamente a los niveles de ingresos más altos y dejar en la situación actual a los más bajos. Esta decisión puede tener una lectura inclusiva o una lectura de lucha de clases dependiendo de cómo se justifique. En este último enfoque se encuentran quienes apoyan el ajuste fiscal bajo la consigna que hay que mejorar la redistribución del ingreso poniendo más impuestos a los ricos. La otra visión es un poco menos confrontativa desde el punto de vista social y sostiene la misma medida bajo el concepto de que hay una necesidad de ajuste pero no es conveniente desde el punto de vista social pedirle a quienes menos tienen que realicen el esfuerzo.

Cualquiera de estos tres temas merece una discusión por separado pero queremos realizar algunas puntualizaciones a considerar cuando se decide hacer un ajuste fiscal instrumentado sobre las expresiones de renta más alta.

El aumento en la recaudación equivale a menos ingresos que tienen los contribuyentes y por lo tanto un impacto negativo sobre el gasto agregado de la economía. Desde el punto de vista macroeconómico entonces habrá menos consumo o menos inversión privada con lo que se resentirá el crecimiento económico.

A su vez, un aumento de impuestos casi siempre genera reacciones en aquellos que forman parte de la base impositiva. Nadie se queda quieto sin hacer nada cuando le dicen que a partir del mes que viene tendrá que pagar más impuestos y por lo general lo que hace es cobrar más por hora trabajada o pasarse a inversiones con mayor rentabilidad.

La decisión de utilizar impuestos que se cobran solamente sobre los que más reciben, lleva al problema que para una misma suma a recaudar la tasa tiene que ser más alta porque solo alcanza un subgrupo de la población. Si para tener un millón más en las arcas del gobierno, se genera un impuesto con una base impositiva de 1.000 personas entonces el impuesto promedio a pagar será de $ 1.000. Si se decide instrumentar de forma que solo lo paguen 100 personas el impuesto a pagar es mayor. Cuanto más alta sea la tasa o su variación, mayor va a ser la reacción.

En el caso del mercado de bienes y servicios es más fácil visualizar que si se pone un impuesto del 10% por ejemplo, el primer efecto es que suba el precio pero luego, hay una cadena de reacciones que involucran la oferta y la demanda que hay por ese bien. Aquellos casos en que hay más sustitutos terminan teniendo el mayor impacto sobre las cantidades. Si aumenta el precio del bien A y no lo hace el de un sustituto B, se producirá un cambio de la demanda, reduciendo el consumo de A y aumentando el de B.

En el caso de la renta sobre el capital sucede algo parecido, si alguien tiene un capital que genera un rendimiento menor cuando invierte en el activo "A" porque tiene más impuesto, va a bajar la demanda de "A" y aumentar la de "B". Luego, como consecuencia subirá el precio de B y bajará el de A hasta que se iguale la renta de estos dos factores de producción sustitutos para la demanda.

Por ejemplo, el aumento en la tasa del IASS va a recaer totalmente sobre los pasivos de mayores ingresos. En este caso no hay un traslado del impuesto en el corto plazo y solo se puede considerar un impacto negativo en mediano plazo a través de la gente que decide no jubilarse y trabajar algunos años más cuando la diferencia de salario no es tan grande.

En el caso del IRPF para la categoría II (remuneraciones) hay situaciones similares. Por ejemplo el caso de los empleados públicos de mayor edad. Estos difícilmente tengan una propensión a buscar nuevos trabajos si el salario real se les reduce por el impuesto. Algunos de los empleados privados pueden tener oportunidades de modificación del empleo y por lo tanto propensión a cambiar de trabajo cuando ven un nuevo impuesto.

El impacto distorsionante ocurre cuando como reacción al impuesto se trabajan menos horas o se decide trasladar el impuesto a la empresa.

Una forma de mitigar este impacto es permitir deducciones en los impuestos de aquellos consumos que se consideran socialmente buenos, pero la reforma va en sentido contrario y reduce la tasa que se aplica a las deducciones en lugar de mantenerla y subir los conceptos de consumo privado como educación y salud que se desean sostener.

Siempre sobre el mismo concepto de reducir el impacto negativo del impuesto a la renta se podría permitir la deducción del gasto social responsable como las transferencias o donaciones a los centros de educación en las zonas de contexto crítico, algunos de los programas de salud en barrios carenciados e incluso algunos de los programas de cuidados que están previstos en el nuevo presupuesto.

Cuando la gente vincula el impuesto pagado con un gasto público que considera necesario y ve que la gestión del mismo es buena y le rinde cuentas, entonces reacciona diferente al impuesto.

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Dirección General Impositiva. Foto: Archivo El País

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