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El abaratamiento de Argentina obliga a anticipar las medidas de ajuste

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El aumento de los sueldos se considera como motor fundamental para el alza en el consumo y los precios. Foto: EFE

ANÁLISIS BAFICO Y MICHELIN

El abaratamiento de Argentina obliga a anticipar las medidas de ajuste.

La devaluación en Argentina altera los precios relativos de la región y pone presión sobre la producción industrial uruguaya y sobre la próxima temporada turística. A este efecto de corto plazo se agrega el impacto en el mediano plazo que podrá tener la evolución del país vecino. O sea, la cuestión es cuánto de lo que está ajustando la economía argentina se debe considerar como un efecto temporal y cuánto lo debemos asumir como una nueva realidad permanente.

Para los impactos de corto plazo, la respuesta del gobierno fue un recopilado de medidas en curso y otras nuevas que en forma inmediata fueron catalogadas por los sectores perjudicados como insuficientes para la magnitud del problema a encarar. Se podrá discutir si ayudan o no para el corto plazo pero no quedan dudas que son insuficientes para un efecto de corte permanente.

Entre las medidas hay un conjunto de mejoras que se venía analizando para incentivar la inversión y la creación de nuevos emprendimientos. Pueden tener algún impacto sobre el problema de corto plazo pero, si no se resuelve el de largo, no serán de gran utilidad como incentivo. El esquema de las políticas propuestas tiene un componente monetario que es la exoneración del impuesto a la renta y es algo que solo tienen sentido cuando hay rentabilidad.

Otras medidas ayudan selectivamente a sectores que están en problemas como ser el automotriz, la maquinaria agrícola, la industria alimenticia, la audiovisual, así como hoteles, restaurantes y comercios vinculado al turismo. También se trata de impactos menores y de corto plazo sin llegar al problema del bajo atractivo que tiene encarar un negocio en nuestro país.

Los problemas de largo plazo están asociados a la pérdida de competitividad. Teóricamente se solucionan a través de medidas, tanto a nivel público como privado, que tiendan a incrementar la productividad. En lo que a las empresas refiere, los procesos de transformación que las induzcan a adoptar acciones tendientes a esa mejora exigen de un punto de partida en el que los precios relativos no las desalienten.

Al respecto, en los últimos 12 meses Argentina vivió una especie de montaña rusa con fuertes aumentos en el tipo de cambio, de esos en los que se pierde la perspectiva de los precios por unos días. Claramente hay dos momentos de fuerte devaluación y coinciden más o menos en el mes de ocurrencia, que fue agosto.

Dólar en Argentina. Foto: La Nación / GDA
Foto: La Nación / GDA

El año pasado el tipo de cambio pasó de niveles de 28 pesos argentinos a 40 pesos en pocos días, con más del 40% de devaluación. Este año, hace algunas semanas, pasó de 45 pesos argentinos a 60 pesos, lo que representa más de un 30% de devaluación.

Mientras tanto, en nuestro país en esos períodos observamos un pasaje de $ 31 a $ 33 el año pasado, un 6,5% de devaluación nominal. Este año, el promedio del tipo de cambio estaba en el orden de $ 35 en julio cuando ocurrió el anuncio de UPM2 y el clima a la baja en las tasas internacionales, lo que provocó una baja a cerca de $ 34. Cuando ingresó la turbulencia en Argentina, se observó una devaluación del orden del 6% hacia los $ 36,5.

Para ver el impacto de las devaluaciones en los precios relativos hay que corregir por la inflación de cada país. Este ajuste no es menor dada cuenta que hay diferencias muy significativas, ya que en Argentina la inflación es cercana al 50% anual y en nuestro país está por debajo del 10%.

Para eso, hay una medida de tipo de cambio real bilateral que es el resultado de dividir los precios medios expresados en dólares en cada país. Dicha medida cuenta una historia muy clara en la devaluación argentina de agosto del 2018. El nivel promedio del índice de tipo de cambio real previo a la devaluación estaba en 122 y en forma abrupta subió a 140, lo que quiere decir que Uruguay se encareció en relación a Argentina. Luego, algo de baja en el tipo de cambio nominal y la suba en los precios hicieron que este índice volviera al nivel previo en pocos meses.

¿Qué sucedió hasta el momento con el índice bilateral? Previo a la devaluación de agosto de 2019 el promedio se ubicaba en 115, un valor incluso algo inferior al observado un año atrás, lo que quiere decir que Argentina se había encarecido en dólares en comparación con Uruguay.

La devaluación de las últimas semanas llevó este índice bilateral nuevamente a 140 lo que implica un 20% de abaratamiento repentino para Argentina en comparación con Uruguay. Si se considera como punto de referencia el nivel de un año atrás, la devaluación real es de un 15%.

La pregunta entonces es cómo sigue la historia en Argentina luego de esta devaluación, las elecciones de octubre y las definiciones de política para controlar la inestabilidad macroeconómica actual. El desajuste en ese país es de tal magnitud que parece difícil que el tipo de cambio se congele y la inflación haga bajar los precios en dólares hasta que converjan a los valores observados en la economía uruguaya actualmente. Aun recuperando toda la credibilidad y sin que se provoquen corridas cambiarias, hay una brecha financiera a nivel político y una inflación que requiere ajustes.

Si no se logra un horizonte de dos años de confianza y calma, la trayectoria será más dura pues en estos casos suele suceder una sobrerreacción del mercado, afectando aún más el funcionamiento de la economía.

En tal sentido, teniendo en cuenta que el proceso de estabilización de la economía argentina demandará su tiempo, parece prudente considerar los cambios en los precios relativos como permanentes y que Argentina estará más barata en dólares.

Por consiguiente, un problema que tiene características de no ser coyuntural requerirá mucho más que las medidas anunciadas esta semana por el gobierno. Un primer paso inteligente sería comenzar ya a instrumentar una contención del gasto público corriente, limitando la ejecución presupuestal.

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