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Factores económicos e institucionales afectan a la competitividad uruguaya

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Foto: AFP

TEMA DE ANÁLISIS

Los datos recientemente divulgados sobre el desempeño de la economía señalan un crecimiento del 2,8% del Producto Interno Bruto (PIB) en el segundo trimestre del presente año respecto a igual período de 2016.

Si se considera el semestre ya transcurrido, la economía se expandió un 3,6%. Fueron datos positivos, que marcan claramente una mejora respecto al estancamiento que experimentó el nivel de actividad en los dos años anteriores.

No obstante, surgen dudas sobre la sostenibilidad futura de ese crecimiento. El mismo es desparejo y no alcanza a todos los sectores por igual. Las actividades productoras de bienes son las que se encuentran más rezagadas debido a los problemas de competitividad que enfrentan.

La competitividad es un concepto que no tiene límites precisos y se define en relación con otros conceptos, dependiendo del punto de referencia. Puede ser desde la óptica de un país, un sector productivo o una empresa.

En tal sentido, visto desde la empresa significa su capacidad para diseñar, desarrollar, producir y colocar sus productos en el mercado internacional en competencia con empresas de otros países

Extrapolando a nivel de un país, la competitividad consiste en la habilidad para crear, producir y distribuir productos o servicios en el mercado internacional, manteniendo ganancias crecientes de sus recursos. El primer abordaje al tema de la competitividad pasa por el análisis de los precios relativos: cómo evolucionan los precios finales de los bienes y servicios que se ofrecen respecto a los costos de producción.

Como se trata a su vez de un concepto asociado a la capacidad de exportar o competir en el mercado interno con productos importados, el comportamiento del tipo de cambio adquiere un rol fundamental.

Más aún en economías pequeñas y abiertas como es el caso de la uruguaya, que son tomadoras de precios.

En tal sentido, el hecho de que el tipo de cambio evolucione por debajo de los restantes precios de la economía, asociados éstos a los costos de producción, deterioran la rentabilidad de las empresas, lo que afecta las decisiones de inversión y el empleo.

La inflación en los últimos 12 meses a agosto se ubicó en el 5,45% al tiempo que el tipo de cambio se apreció 0,75% en dicho período, por lo que la economía uruguaya se encareció 5,9% en el último año.

Pero esa, que es una medida de encarecimiento absoluto, a los efectos de medir la competitividad de un país hay que compararla con lo que acontece en el resto del mundo. Surge así el índice de tipo de cambio real (TCR), que compara precisamente cómo evolucionan los precios en dólares de una economía respecto a los de sus competidores y socios comerciales.

El Banco Central elabora un índice de TCR que muestra que en el último año a agosto la capacidad de competencia del país se deterioró 1,9%.

Ello quiere decir que la economía uruguaya se sigue encareciendo frente al resto del mundo, pero a un ritmo menor al del encarecimiento absoluto (5,9%), ya que el resto del mundo también se encareció, aunque a un ritmo menor (4,2%).

Este encarecimiento relativo es el relevante y el que verdaderamente afecta la competitividad del sector transable.

Ese encarecimiento responde a varios factores, algunos transitorios y otros estructurales, que se manifiestan en última instancia en un rezago del tipo de cambio frente a los restantes precios de la economía.

La disminución de la rentabilidad que trae asociada, afecta las decisiones de los agentes económicos de forma tal que puede llegar a afectar la competitividad a largo plazo de la economía.

Es que el concepto de competitividad es algo más amplio que la medición del encarecimiento relativo de las economías y apunta a la incorporación de progreso técnico; la diversificación de los productos exportables en condiciones de calidad y precio; la adaptación a las nuevas condiciones de competencia en los mercados y la reconversión de sectores no competitivos.

Esta dimensión del tema incluye el análisis de varias áreas del funcionamiento tanto económico como institucional de un país, que alienten o no la adopción por parte de los agentes económicos de acciones tendientes a mejorar a largo plazo la competitividad de la economía.

Al respecto existen varios índices que miden la competitividad global de las economías o una aproximación a la misma, tales como el que elabora el Foro Económico Mundial (WEF por su sigla en inglés), el Doing Business del Banco Mundial (BM).

Estos índices que miden distintas variables elaboran un ranking de los países. De un conjunto importante de países considerados en cada caso, Uruguay se ubica en el puesto 76 y 90 respectivamente.

En ambos casos el país retrocedió, tres lugares en el informe del WEF y un puesto en el del BM. Los dos trabajos ubican al país en un nivel ligeramente por encima de la mitad de la tabla.

De las variables analizadas en cada caso, surgen que los temas en los que el país está peor posicionado son los relacionados con el mercado laboral por la rigidez y una mano de obra inadecuadamente educada, un suministro inadecuado de infraestructura, elevada carga fiscal, burocracia ineficiente, demoras en los registros y lo que se percibe como una baja protección a los accionistas minoritarios.

Todos los factores citados tienden a incrementar los costos de producción o, dadas las carencias, a impedir que se lleven a cabo determinados proyectos de inversión.

El denominado costo país que, volviendo a la definición de competitividad expuesta párrafos atrás dificulta a las empresas crear, producir y distribuir productos o servicios en el mercado internacional, manteniendo ganancias crecientes de sus recursos.

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