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¿Viene la III Guerra Mundial?

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La pregunta crece y retumba en todos los rincones. Los analistas internacionales se topan a menudo con ella: ¿se viene la Tercera Guerra Mundial? Según el Papa, ese conflicto global ya está ocurriendo. ¿Es así? En el imaginario del hombre contemporáneo, la idea de una III Gran Guerra tiene dos formas posibles.

La primera se desprende de las dos conflagraciones anteriores calificadas como "mundiales". En ambos casos, la calificación surgió de una cuestión numérica: una gran cantidad de países fueron parte del conflicto.

Hoy es poco probable que ese formato se repita. Quienes quieren, como el Papa, ver tal rasgo en la guerra civil de Siria porque involucra a varios países, deben tener en cuenta que algo similar ocurrió en la guerra civil libanesa. Tampoco se habló de Guerra Mundial durante la trágica desintegración de Yugoslavia.

La otra posibilidad que justificaría la calificación de "mundial" para un conflicto actual, sería un choque nuclear entre dos potencias. De hecho, durante la Guerra Fría fue ese fantasma el que se adueñó del título Tercera Guerra Mundial. ¿Existe ese peligro? Ciertamente, con Trump en la Casa Blanca, Putin en el Kremlin y Kim Jong-un en el Palacio del Sol, no es fácil descartar un duelo nuclear. Pero la aún vigente Doctrina de la Destrucción Mutua Asegurada resta probabilidad a semejante riesgo.

Lo que más temen hoy las superpotencias no es un ataque con ojivas atómicas o neutrónicas. El riesgo más temido, en particular para Washington, es un devastador ciberataque. De haber una III Guerra Mundial, lo más probable es que sea cibernética. Del mismo modo que ya no existen los espías que existieron hasta la Guerra Fría, porque han sido reemplazados por los ciberespías, la guerra entre superpotencias se desarrollaría en el ciberespacio. Los espías de hoy no portan armas ni microfilms, sino laptops. El espionaje ya no tiene personajes como James Bond o los de las novelas de John Le Carre, sino como Edward Snowden. Los mayores daños causados por espías a Estados Unidos, los infligieron los ciberespías de China y de Rusia, además de Julian Assange con Wikileaks. La pesadilla del Pentágono no es una lluvia de misiles, sino un ataque cibernético que paralice las centrales nucleares, hidro-eléctricas y termoeléctricas, dejando sin energía el país. O que un ataque masivo a las redes haga caer el sistema a nivel nacional. La consecuencia sería un caos como el que no podría causar a Estados Unidos ningún ataque con ejércitos, aviaciones o misiles.

LA BITÁCORA

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