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La victoria derrotada del PRO

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Otra vez la paradoja de un triunfo derrotado. Primero ocurrió en Grecia, donde el gobierno logró en el referéndum un rotundo rechazo a las imposiciones de Bruselas, y a renglón seguido le entregó la cabeza de Yanis Varoufakis y presentó un plan con el mismo ajuste que habían repudiado las urnas.

¿Por qué Tsipras derrotó su propia victoria? Porque se había equivocado al elegir un camino económico que luego descubrió inviable. Algo parecido ocurrió con la victoria del PRO en la segunda vuelta de la elección porteña: fue derrotada por la derrota de ECO. ¿Cómo puede aseverarse semejante paradoja? Porque al concluir el escrutinio, Rodríguez Larreta había ganado, pero Martín Lousteau había quedado consagrado como dirigente de primer nivel.

Entrar al balotaje superando ampliamente a Recalde, el candidato de la millonaria campaña financiada por el gobierno nacional, fue la primera victoria del joven economista. La segunda, fue alcanzar el 48 por ciento, quedando a solo tres puntos del candidato de Macri.

El 51 por ciento le alcanza al PRO para retener la capital argentina, pero no para lucirlo como triunfo que fortalezca a su candidato presidencial. Al contrario, lo que muestra es su reiterado error de rechazar la unidad de la oposición, apostando a ser el dueño exclusivo de una victoria presidencial cada vez más difícil de alcanzar. Primero, Macri rechazó la unidad opositora que le propuso Sergio Massa. Después, la propuesta de unidad que hizo Lousteau. Hipnotizada por Durán Barba y su estrategia de "pureza política", la dirigencia del PRO se internó en un laberinto.

Pero el sacudón que recibió en las urnas no despertó de inmediato al PRO. Que el triunfo de Rodríguez Larreta estaba derrotado, quedó claro cuando la prensa mostró a Lousteau como gran protagonista de los comicios. Desde entonces, los ganadores tuvieron que explicar por qué decían haber ganado. Y lo único lúcido y útil que debían decir, no lo dijeron. Frente a la ajustada ventaja, la única explicación beneficiosa y honesta, era reconocer la calidad del contrincante, destacando la inteligencia de Lousteau.

Además de honesto, habría sido útil para realzar el valor de haber superado al valioso desafiante. Pero en lugar de valorizar la victoria elogiando al hombre cuyo apoyo necesitará Macri para luchar por la presidencia, los dirigentes del PRO hicieron lo de siempre: hablar de sí mismos y bailar con globos en un festejo kitsch de impostada alegría.

La BitácoraCLAUDIO FANTINI

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