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Vacunar al mundo, la mejor inversión

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Vacuna contra el coronavirus. Foto: AFP.

PERSPECTIVA

Lo que está en juego es el bienestar de la humanidad. No se trata de dinero, sino de vidas. El virus amenaza con magnificar la desigualdad.

Empecemos con una pregunta rápida: ¿cuál es el retorno de inversión más alto en el que pueden pensar? ¿El capital privado? ¿Un fondo de cobertura?

He aquí algo con una rentabilidad mucho mayor: una campaña mundial para vacunar contra el COVID-19 a la población de los países pobres.

Hasta ahora, Estados Unidos y otros países líderes del Grupo de los Siete no han mostrado un verdadero liderazgo en la lucha contra la pandemia a nivel mundial. El nacionalismo estadounidense en materia de vacunas significa que estamos acaparando tanto las vacunas como las materias primas para fabricarlas, de manera que se producen muertes innecesarias en el extranjero y también socavamos nuestra propia recuperación.

“Es un enorme fracaso moral del G7”, dijo Esther Duflo, economista del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y Premio Nobel de Economía. “Estamos tan centrados en nuestros propios problemas que no podemos ver más allá”.

Abhijit Banerjee, su marido y también Premio Nobel de Economía del MIT, añadió que, debido a los riesgos de las variantes que surgen de los países pobres, “no solo es un gran fracaso, sino que repercutirá en nosotros”.

Por supuesto, no se trata nada más que de dinero. Se trata de vidas. Se trata de la trayectoria de la humanidad. Pero para aquellos que sopesan los costos para orientar su brújula moral, un nuevo documento del Fondo Monetario Internacional ofrece cifras que subrayan la importancia de invertir en vacunas mundiales.

El FMI calcula que una inversión urgente de los países ricos de US4 50.000 millones -¡ahora!- para vacunar a la población de los países pobres, supondría un asombroso crecimiento económico adicional de US$ 9 billones en 2025, si se controla antes la pandemia.

Según los expertos con los que hablé, esto supondría un rendimiento de alrededor del 267% anual en cuatro años. Por el contrario, un estudio de la Universidad de Oxford reveló que el rendimiento promedio de los fondos de capital privado es de solo el 11% anual.

Kristalina Georgieva, directora gerente del FMI, afirma que esta inversión en la vacunación mundial sería quizá “el retorno de inversión pública más alto en la historia moderna”. El objetivo es vacunar a por lo menos el 40% de la población mundial para finales de este año y al menos el 60% para el primer semestre de 2022.

A los países ricos les iría tan bien en términos económicos con una campaña de vacunación mundial que frenara la pandemia que generarían un billón de dólares más en ingresos tributarios, calculó el FMI. En resumen, esta iniciativa de vacunación se amortizaría muchas veces tan solo con los ingresos fiscales adicionales.

Lo que está en juego es el bienestar de la humanidad. Durante décadas, los seres humanos gozaron de un progreso notable contra la pobreza extrema, el analfabetismo, las enfermedades, la ceguera y el hambre. Pero a causa del COVID-19, hemos retrocedido. Esto amenaza con magnificar la desigualdad en el mundo.

“Un pequeño grupo de países que fabrican y compran la mayoría de las vacunas del mundo controlan el destino del resto del mundo”, señaló Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud. “La actual crisis de vacunas es una desigualdad escandalosa que está perpetuando la pandemia. Más del 75% de todas las vacunas se han administrado tan solo en 10 países”.

Es comprensible que los líderes nacionales quieran dar prioridad a sus propios ciudadanos. Pero a medida que aumentan las reservas, tenemos que dar un giro para luchar contra el coronavirus en todo el mundo.

El virus que ignoramos en Zambia puede incubar otro que nos ataque a nosotros. También tenemos la oportunidad de utilizar esta iniciativa de la vacuna para reconstruir la buena voluntad y el poder blando que se desgastó con Donald Trump. Puede ayudarnos a avanzar en la próxima conferencia de la ONU sobre cambio climático.

Incluso si las estimaciones del FMI sobre los beneficios están equivocadas, hablamos de un extraordinario rendimiento de 18 veces para una inversión de US$ 50.000 millones. Occidente no puede permitirse no hacerlo.

Esta es una oportunidad para que el presidente Joe Biden dé un paso al frente y reafirme el liderazgo de Estados Unidos en el G7 de una manera que beneficie a todo el mundo y salvaguarde la economía estadounidense.

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