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La unidad provoca visiones opuestas

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Joe Biden habla en la Casa Blanca. Foto: Reuters

ANÁLISIS

Biden se dirigió a los republicanos con mensajes de conciliación, y prometió que trabajarían juntos para enfrentar los enormes desafíos que aquejan a la nación

Cuando declaró que su misión para la historia era unir a un país dividido, el presidente Joe Biden hizo de la “unidad” la consigna de su naciente administración. Pero uno de los factores que divide a Estados Unidos es el significado verdadero de la palabra unidad.

Biden se dirigió a los republicanos con mensajes de conciliación, y prometió que trabajarían juntos para enfrentar los enormes desafíos que aquejan a la nación: un tono extremadamente distinto al que solía adoptar el expresidente Donald Trump. Sin embargo, en las primeras horas del gobierno de Biden, la reconciliación se basó más en palabras y símbolos que en acciones tangibles.

No designó a ningún miembro de la oposición como parte de su gabinete, a diferencia de los presidentes Bill Clinton, George W. Bush y Barack Obama, y muchas de las órdenes ejecutivas que firmó en sus primeros dos días en el cargo tuvieron como objetivo revertir las políticas de Trump y promulgar ideas liberales, no encontrar puntos en común. No ha dado ningún ejemplo de las prioridades republicanas que estaría dispuesto a adoptar en aras de una cooperación bipartidista ni ha descrito qué concesiones serían aceptables a cambio de que el Congreso apruebe sus iniciativas.

No obstante, Biden y sus aliados argumentan que la unidad no es lo mismo que la concesión, es más un cambio en la cultura, no repartir la diferencia en los planes de políticas. Tras una presidencia que echó sal a las heridas de la raza, la religión, el género, la orientación sexual y la cultura, y que luego buscó anular una elección democrática e incitó a una turba a asaltar el Capitolio, la unidad puede significar un compromiso renovado con los valores más amplios de Estados Unidos.

Biden siempre ha sido un apóstol del bipartidismo y ha cultivado buenas amistades con figuras de ambos partidos en el transcurso de 36 años en el Senado y 8 años como vicepresidente. Sin embargo, las estructuras de incentivación han cambiado. Antes los políticos percibían una recompensa política por al menos aparentar una postura bipartidista, pero ahora perciben el riesgo de ser acusados de traicionar sus principios por los elementos más apasionados de su partido. Muchos ven la concesión como un vicio, no una virtud.

Los destellos de cortesía entre partidos que se vieron en la ceremonia de investidura ya estaban desapareciendo al día siguiente. El jueves, los demócratas y los republicanos del Senado discutieron para definir las reglas que regirán a su cámara dividida en partes iguales durante los próximos dos años, así como el proceso que se seguirá con el juicio político de Trump, quien fue impugnado por incitar una insurrección. Los republicanos se quejaron de que la agenda del nuevo presidente se aprobó mediante órdenes ejecutivas y que sus proyectos de ley no los contemplaban en absoluto.

El juicio político pendiente contra Trump se ha convertido en un punto de fricción en los primeros días de la presidencia de Biden, pues el segmento del Partido Republicano que aún apoya al exmandatario lo retrata como un acto de venganza que contradice las diáfanas promesas de unidad.

“Debo decir que es difícil unificar a la gente cuando se someterá a juicio político a un presidente que ya no está en funciones”, dijo en una entrevista el representante de Ohio, Jim Jordan , uno de los defensores acérrimos de Trump. “Es difícil unificar a la gente cuando no podemos plantear nuestros argumentos debido a la cultura de la cancelación”.

“No creo que sea muy unificador decir: ‘Olvidémoslo todo y pasemos a otra cosa’. Así no se unifica a la gente”, les dijo a los reporteros Nancy Pelosi, la presidenta de la Cámara de Representantes. “No se supone que se le diga a un presidente: ‘Haz lo que quieras en los últimos meses de tu administración. Te van a dar una tarjeta que te liberará de la cárcel porque la gente piensa que deberíamos ser amables y olvidar que hubo muertes aquí el 6 de enero’”.

Los republicanos se quejaron de que no hubo ningún diálogo antes de que Biden revelara su proyecto de ley de inmigración que abriría el camino a la ciudadanía para 11 millones de personas que viven en el país de manera ilegal y, al mismo tiempo, frenaría muchas deportaciones y suspendería la construcción del muro fronterizo de Trump. La civilidad, afirmaron, no es lo mismo que la unidad.

(*) Corresponsal jefe de The New York Times en la Casa Blanca

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