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Túnez bajo tensión social a siete años de su "primavera árabe"

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Unas 800 personas han sido detenidas en los últimos días. Foto: AFP

LA SITUACIÓN EN LOS PAÍSES ÁRABES

Volvieron las protestas bajo un clima de desempleo, inflación y corrupción.

Unas 800 personas han sido detenidas en los últimos días. Foto: AFP
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Túnez celebró ayer domingo en un clima de tensión social el séptimo aniversario de su revolución, punto de partida de la llamada "primavera árabe", golpeado por medidas de austeridad y por los persistentes problemas de pobreza, desempleo y corrupción que desencadenaron la caída de la dictadura.

Además Túnez no logra superar la caída del turismo provocada por los sangrientos atentados yihadistas en 2015.

La revolución tunecina comenzó el 17 de diciembre de 2010 en Sidi Buzid, una ciudad del interior, cuando un vendedor ambulante se prendió fuego. Así empezó un movimiento de protesta contra el desempleo y recortes generalizados, que terminaron en disturbios en todo el país hasta provocar la caída del dictador Zine al Abidine Ben Ali, el 14 de enero de 2011.

Ayer domingo, cientos de personas se manifestaron en la avenida Burguiba en el centro de Túnez, corazón de aquel movimiento que sorprendió al mundo e hizo florecer las ahora marchitas "primaveras árabes". Con pancartas respondieron a la convocatoria de los partidos políticos y sindicatos para recordar la caída del dictador que estuvo 23 años en el poder. Los miembros del colectivo ciudadano Manich Msamá ("No perdonaré") desfilaron blandiendo las imágenes de los "mártires" de la revolución. Por su lado, los jóvenes se manifestaron por la falta de empleos, mientras que los miembros del partido islamista Ennahdá arengaban en una tarima dispuesta en esta zona que estuvo bajo estrechas medidas de seguridad.

Pero este partido islamista es uno de los menos interesados en que las protestas contra la austeridad ganen terreno como en 2011, ya que podrían acabar con su estrategia política a medio plazo. Ennahda, socio en la actual coalición de gobierno, controla el Parlamento y aspira a ganar las elecciones municipales convocadas para mayo, que serán las primeras desde el triunfo hace siete años de la revuelta. Si se cumplen los pronósticos, la posible victoria electoral le colocaría en una posición de privilegio de cara a las presidenciales de 2019.

El ambiente en Túnez se encuentra dominado por un descontento social que se ha vuelto persistente en este país de poco más de 11 millones de personas.

Siete años después de la caída de Ben Ali, que vive en el exilio en Arabia Saudita, muchos tunecinos creen que han ganado mayor libertad pero han perdido nivel de vida.

A pesar del relativo éxito de su transición democrática, Túnez no logra liberarse del estancamiento económico y social.

La semana pasada se produjeron manifestaciones pacíficas y también disturbios nocturnos que sacudieron varias ciudades.

El malestar general frente a una tasa de desempleo estimada en 15% según datos oficiales, se exacerbó con el anuncio de un aumento de impuestos previsto en el presupuesto de 2018. Todos son datos que atentan contra el poder adquisitivo de la clase trabajadora que lidia con una inflación que cerró en más de 6% a finales de 2017.

"Hace siete años que esperamos sin que nada cambie. Obtuvimos la libertad, es verdad, pero estamos más hambrientos que antes", lamentó Walid, un desempleado de 38 años en Teburba, la ciudad en la que empezó la reciente ola de protestas. Las manifestaciones, pacíficas durante el día, se tornaron violentas el martes después de que un hombre de 55 años muriera durante la represión de una marcha en la ciudad de Tebourna, a 40 kilómetros al oeste de la capital.

Las protestas también reclaman una lucha más eficaz contra la corrupción y una reciente ley económica. Esa ley "destruye el poder de compra de la mayoría de los tunecinos y sirve a los intereses de corruptos y saqueadores", dijo Hama Hamami, portavoz del Frente Popular.

Esta coalición de partidos de izquierda fue acusada por el jefe de gobierno Yusef Shahed de aupar las protestas y disturbios de los últimos días, en los cuales detuvieron a más de 800 personas.

El presidente tunecino, Beji Caid Essebsi, visitó ayer domingo un barrio pobre en las afueras de la capital donde hubo disturbios, y prometió frente a los jóvenes que protagonizaron "la revolución de la libertad y de la dignidad" que se ocuparía de la situación social que viven.

Para la politóloga tunecina Olfa Lamlum, "estas movilizaciones sociales revelan la ira, impulsada por los mismos que se movilizaron en 2011 y no obtuvieron nada como derechos económicos y sociales".

En medio de la dificultades, Túnez obtuvo un préstamo de 2.400 millones de euros en cuatro años del FMI, a cambio de reducir su déficit público y aplicar reformas económicas. Los atentados de 2015, reivindicados por el grupo terrorista Estado Islámico (ISIS) dejaron decenas de muertos, entre ellos unos 50 turistas extranjeros.

Ante la magnitud de las recientes protestas, el gobierno anunció el sábado una serie de medidas sociales que incluye un aumento de al menos 20% en la prestación social para las familias pobres, que pasará de 150 dinares (50 euros) a 180 y 210 dinares (60 y 70 euros) en función del número de niños. El proyecto prevé también que el Estado pueda actuar como garante para que 500.000 familias con ingresos inestables logren obtener un préstamo para vivienda.

Las nuevas medidas "tendrán más de 120.000 beneficiarios y costarán más de 70 millones de dinares (23,5 millones de euros)", explicó el ministro de Asuntos Sociales, Mohamed Trabelsi.

"Se ha perdido la esperanza de que la situación cambie"

El presidente del Foro Tunecino por los Derechos Económicos y Sociales (FTDES), Massoud Romdhani, advirtió de que "la gente ha perdido la esperanza que la situación cambie en Túnez" y recordó al gobierno que, más allá de la democracia, el pueblo pidió en 2011 algo que aún no ha logrado: justicia social.

En una entrevista concedida a EFE, el influyente activista señala que la frase cada vez más común en el país de que con el dictador Zinedin el Abedin Ben Alí "se vivía mejor" es un peligroso indicio de que la única de las "primaveras árabes" que sobrevive se halla amenazada.

"La inflación no deja de crecer, los precios no paran de aumentar y el pueblo espera desde hace siete años, sobre todo en las regiones del interior, que la situación mejore. El problema no es sólo presupuestario, sino que la población está cansada", sostuvo.

"Durante la revolución no se reclamó sólo democracia, igualdad, transparencia, elecciones. Comenzó en las regiones interiores, allí estaban hartos del sistema liberal de Ben Alí que favorecía la corrupción y que ignoraba a una población que sufría una gran pobreza, desempleo, ausencia de infraestructuras", agrega.

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