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El tiro porla culata

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Le pasó como a David Cameron. Confió en que podía abatir a los demagogos que hostigaban su gestión; les apuntó con un referéndum y le salió el tiro por la culata.

El primer ministro tory había querido sacarse de encima al ultranacionalista Nigel Farage y a los euroescépticos de su propio partido, mediante el referéndum en el que esperaba imponer la continuidad en la Unión Europea, pero ganó el Brexit y Cameron tuvo que renunciar.

La historia se repitió con Matteo Renzi. El premier italiano quiso vencer en un referéndum a la oposición para quitarle ataduras a su gobierno y restar la posibilidad de sabotaje permanente con que cuenta el poderoso Senado, pero encontró una derrota abrumadora. En rigor, lo que proponía Renzi era lo que añoran opositores como Matteo Salvini, el líder de la Liga Norte que siempre está elogiando a Vladimir Putin, es aliado de Marine Le Pen y ahora incorporó en su lista de ídolos a Donald Trump.

El joven y hasta aquí avasallante ex alcalde de Florencia, que había llegado al cargo desplazando a su correligionario Enrico Letta, confió en el triunfo porque apostó una carta anti-sistema: reducir poder al Senado y acotar la influencia de los partidos pequeños. En definitiva, algo que bien podrían haber propuesto el demagogo Salvini, el berlusconista Renato Brunetta y el anti-sistema y euroescéptico Beppe Grillo.

Quizá por ser precisamente una propuesta en el sentido contrario al sistema institucional que ha regido Italia tantas décadas, es que Renzi pensó que quien tenía la carta ganadora era él. Y de algún modo, era así. Pero la gente vota lo que piden los demagogos y, en este caso, los demagogos defendieron la institucionalidad vigente no sólo para que no se recorten las atribuciones de sus partidos y el poder de obstrucción que tienen en el Senado, sino para derribar al gobierno del socialdemócrata Partido Democrático que encabeza Renzi.

Podría decirse que en Austria perdió el anti-sistema porque el ultraderechista Norbert Hofer fue derrotado en las urnas. Sin embargo, ninguno de los partidos tradicionales llegó a la disputa final por la presidencia. Los conservadores del Partido Popular y los socialdemócratas fueron desplazados por el partido neonazi que hizo fuerte el extremista Jörg Haider, y por el Partido Verde, de la izquierda ambientalista.

No fueron las fuerzas tradicionales sino el ecologista Alexander Van der Bellen quien evitó, en una dramática batalla final, detener el avance arrollador de la ultraderecha.

LA BITÁCORA

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