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Tesoro K en un laberinto borgeano

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En un cuento de Borges, un rey de Babilonia invitó a un rey árabe a conocer su laberinto y lo extravió en sus pasillos infinitos hasta escucharlo suplicar que lo sacaran.

Más tarde, el rey árabe llevó a su antiguo anfitrión a Arabia, diciéndole que le mostraría su propio laberinto. Cuando lo hizo bajar del camello en el medio del desierto, el rey babilónico no entendía cuál era el laberinto al que se refería su antiguo huésped. Hasta que fue abandonado y murió deambulando en busca de la salida de aquella vastedad.

En algo se parecen el rey babilónico de Borges y el país que busca bóvedas en el desierto patagónico. Argentina observa a policías y funcionarios judiciales recorriendo inconmensurables estancias y perforando la tierra con escavadoras, en busca de un tesoro que no aparece. Como sino percibieran que el tesoro es, precisamente, el vasto territorio que recorren.

Tanto se habló de bóvedas repletas de dinero en efectivo que, sin esas cajas blindadas a la vista, todo parece una fabulación patagónica. Pero el fiscal que busca la "ruta del dinero K" empezó a descifrar el misterio.

La construcción de la fortuna de Báez tiene dos momentos diferentes. En el primero, su presunto socio o jefe, Néstor Kirchner, además de bendecirlo con obra pública con sobreprecio, le enviaba dinero de sobornos que, por su oscura procedencia, no podía guardarse en bancos. Ese tiempo de bóvedas, cajas fuertes y bolsos hinchados de billetes, terminó al morir Kirchner.

Desde entonces, el dinero escondido con lo que dejaban los sobreprecios para realizar obras que no se concluían o, directamente, no se realizaban, se convirtió en estancias, mansiones y edificios que se cuentan por centenas.

Otra parte de esa inmensa fortuna, salió del país hacia paraísos fiscales, mediante los esquemas que diseñaba Leonardo Fariñas, el "valijero arrepentido" que describió el trayecto de la fortuna hacia nuevos y más sofisticados escondites.

Pero no todo está en estancias, mansiones, edificios, y cuentas secretas. Una parte fue transferida a la familia Kirchner, rentando cientos de habitaciones que no se utilizaron en hoteles y alquilando decenas de inmuebles que no se utilizaron. Por cierto, hoteles e inmuebles de la familia Kirchner.

En síntesis, el tesoro oculto de Lázaro Báez está tan expuesto como el laberinto que, en el cuento de Borges, usó un rey árabe para vengarse.

LA BITÁCORA

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