El Partido Republicano asumió ayer el control del Congreso de Estados Unidos con la promesa de moderación, el propósito de gobernar con responsabilidad y la idea abandonar la táctica del bloqueo sistemático.
Pero los desacuerdos persistentes con el presidente Barack Obama y la minoría del Partido Demócrata, así como la presencia en las filas republicanas de una facción más conservadora y reacia a cualquier concesión, dificultarán el entendimiento.
La incógnita es si, al controlar el Senado y la Cámara de Representantes, los republicanos se verán forzados a convertirse en un partido más pragmático: ya no podrán echar las culpas a los demócratas de la parálisis legislativa. La alternativa es que el aumento del poder, en vez de propiciar el consenso, incite al Partido Republicano a endurecer sus posiciones ante Obama y el bloqueo de los últimos años se agrave.
Por primera vez desde 2006, los republicanos serán mayoría en ambas cámaras. Ya controlan la Cámara de Representantes desde 2011. En las elecciones legislativas del pasado noviembre, en las que los norteamericanos eligieron el 114º Congreso, ampliaron la mayoría en esta Cámara y lograron la del Senado.
A no asustarse: este es el objetivo del nuevo líder republicano en el Senado, el veterano senador por Kentucky Mitch McConnell. "Quiero que los norteamericanos se sientan cómodos con que una Cámara de Representantes y un Senado republicanos son una mayoría de gobierno responsable, de centroderecha", dijo a The Washington Post.
A Obama le queda el arma del veto, que solo puede ser levantado por dos tercios de las cámaras, algo que los republicanos no alcanzan.
Desde ahora tienen bajo su control el Congreso de EE.UU.