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La relación con el mundo se quebró

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Seguidores de Trump irrumpieron en el Capitolio. Foto: Reuters

ESTADOS UNIDOS

Editorial del diario estadounidense The New York Times.

Alrededor del mundo, el shock provocado por el asalto al Capitolio puso el foco una cuestión que ha estado ardiendo durante cuatro años entre los aliados y adversarios de Estados Unidos. “Y otra vez en duda”, escribió Emma Riverola en El Períoico de Cataluña, un diario de Barcelona, en términos dolorosamente gráficos. “¿Este es es el estallido final de pus? ¿O la infección se extendió y ahora amenaza generalizarse a todo el sistema?”.

¿Donald Trump fue una aberración o el ominoso comienzo de la declinación de la principal democracia del mundo? El interrogante tuvo eco en las democracias asediadas en los últimos años por movimientos populistas alimentados por la misma combinación de nacionalismo de extrema derecha y los reclamos populares de los seguidores de Trump. “Esa noche será recordada como una noche cuando la democracia más antigua y de más larga trayectoria claramente vio el borde del abismo”, escribió el diario Kleine Zeiteung, de Austria. Si esto pudo ocurrir en Washington, con sus instituciones democráticas sólidas como una roca, nadie está inmune.

Desde el otro extremo del espectro geopolítico, regímenes autoritarios atrincherados se mostraron exultantes ante el desorden en una superpotencia acostumbrada a dar lecciones y sancionarlos por la supresión de los derechos democráticos y humanos. El presidente de Irán, Hassan Rouhani declaró que lo visto en Washington fue “por sobre todo cuán frágil y vulnerable es la democracia occidental”. Los mismos líderes estadounidenses que ahora condenan a la turba en Washington elogiaron a los manifestantes que invadieron la legislatura de Hong Kong como “héroes”, apuntó el Ministerio de Relaciones Exteriores de China. “El contraste merece una reflexión profunda”. Sentimientos similares se expresaron en Moscú.

Para amigos y enemigos, y a través de triunfos y crisis, Estados Unidos se ha mantenido como el estándar de la democracia y la libertad desde las dos últimas guerras mundiales. Cuando fue criticado y hasta vilipendiado -ya fuera a raíz de la Guerra de Vietnam, la carrera armamentista de la Guerra Fría o el escándalo de Watergate- fue por su fracaso de actuar de acuerdo con sus propios estándares y los estadounidenses siempre dieron seguridades con rapidez a sus aliados de que “somos mejores que eso”.

“Estados Unidos ha caído al nivel de países latinoamericanos”, fue el veredicto de autodesprecio de O Globo.

La canciller de Alemania, Angela Merkel, criada en el estado policial de Alemania Oriental y aguda crítica de Trump desde el comienzo de su mandato, declaró que las imágenes “me causaron enojo y tristeza”. No dudó en culpar a Trump.

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, que inicialmente intentó, aunque fracasó, tener amistad con Trump, enfatizó la gravedad del momento en un discurso, en el que declaró que “el templo de la democracia estadounidense “ fue atacado. “La idea universal de una persona, un voto, está socavada””, sostuvo.

El impacto se diluirá. La llegada de un presidente más a tono con la percepción mundial de democracia y de un líder estadounidense será una fuerte demostración de la resiliencia de la democracia de Estados Unidos. El presidente electo Joe Biden ha prometido una acción rápida para deshacer el peor daño que Trump hizo en el exterior. La violenta pandemia del coronavirus volverá a su lugar debido en el primer lugar de la agenda global.

Pero, la profundidad y angustia de la reacción mundial indica que algo muy básico se ha quebrado en la relación de Estados Unidos con el mundo. Se requerirá más que la insistencia de Biden de que “somos mejores que eso” para convencer a los amigos demócráticos y a los dictadores adversarios de que el asalto al corazón de la democracia estadounidense por parte de los fanáticos seguidores de Trump fue solo un mal funcionamiento temporario.

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