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Prueba de resistencia

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El cruce de reproches entre Angela Merkel y Donald Trump po-ne a prueba un eje transatlántico basado en la lealtad casi incondicional desde tiempos de la Guerra Fría y que hasta ahora superó todos los altibajos, bilaterales o globales.

La frase del bad, very bad ("malo, muy malo") aplicada por Trump a los alemanes o a su superávit exportador, contrasta con el ich bin ein berliner ("soy un berlinés") pronunciado por John F. Kennedy en 1963, en el Berlín del muro.

La Alemania de Merkel no es aquel país necesitado de protección aliada, en cuya mitad comunista creció la canciller; es una potencia económica determinada a asumir sin complejos el liderazgo político europeo, compartido ahora con la Francia de Emmanuel Macron.

Los mensajes hostiles de Trump no son nuevos y encajan en su temperamento, mientras que sí ha sorprendido la respuesta de la habitualmente contenida Merkel llamando a sus socios europeos a "tomar su destino en sus manos".

La canciller no lo tuvo fácil con "su" primer presidente de EE.UU., George W. Bush, con quien tuvo que recomponer un eje transatlántico maltrecho después de que su antecesor, el socialdemócrata Gerhard Schröder, se negara a participar en la guerra de Irak (2003). Con Barack Obama tuvo asimismo un mal arranque, primero, al impedirle hablar como candidato a la Casa Blanca en la Puerta de Brandeburgo, en 2008, y después, tras revelarse que el espionaje estadounidense pinchó su teléfono móvil.

El socialdemócrata Schröder sacó provecho político a su oposición a los planes bélicos de Washington en Irak, que encajó bien entre el electorado izquierdista, como recordaba estos días un artículo de opinión de FAZ. El pronunciamiento ahora de Merkel tiene asimismo una lectura electoral, consideraba ese diario, trazando un paralelismo entre la señal enviada por la canciller y los sonoros "basta ya" que caracterizaron a su antecesor, Schröder.

La línea rupturista no es lo que caracteriza a Merkel; menos aún frente a EE.UU.

En lo que sí tiene experiencia la canciller es en emanciparse oportunamente de pesos históricos que acaban en lastre.

Legendario fue su artículo en FAZ, en 1999, llamando a su Unión Cristianodemócrata (CDU) a emanciparse del patriarca, Helmut Kohl. Merkel asumió así las riendas del partido, para transformarlo progresivamente en una formación leal a su liderazgo mientras arrinconaba, uno a uno, a sus rivales internos.

Desde entonces, han pasado ya tres legislaturas y Trump es su tercer presidente al otro lado del Atlántico.

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