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El precio inhumano de un triunfo

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La reconquista de Alepo es la principal victoria del ejercito de Bashar al Asad.

Sin los bombardeos rusos no lo habría logrado. Poco más de un año atrás, las fuerzas del régimen languidecían impotentes. Con la capital económica del país nuevamente en sus manos, Asad ya no sólo exhibe el mérito de no haber capitulado. Ahora puede mostrar a su ejército retomando la ofensiva.

Se lo debe a Vladimir Putin. El presidente ruso aprovechó los titubeos de Obama y la descoordinación entre Turquía y Arabia Saudita, para sumar una victoria a su historial de mariscal de triunfos militares: aplastó a los separatistas caucásicos; venció a Georgia en una guerra relámpago quitándole Osetia y Abjasia, además de anexar la península de Crimea y arrebatarle a Ucrania el estratégico puerto de Sebastopol.

La pregunta es si Alepo constituía una prioridad en este momento. Sin duda lo era desde la perspectiva del reposicionamiento estratégico del eje Damasco-Moscú-Teherán. Pero no lo era desde la perspectiva humanitaria. Las milicias que controlaban Alepo no estaban perpetrando un genocidio como el que se realiza en el territorio que ISIS convirtió en un virtual campo de concentración.

La prioridad era recuperar Raqqa, para iniciar el desmantelamiento del “califato” donde ISIS ejecuta su plan exterminador. Incluso, desde la perspectiva humanitaria se justificaba que los rebeldes derrotados en Alepo y la coalición sirio-rusa hicieran lo que hicieron Mao Tse-tung y Chiang Kai-shek para liberar Manchuria de la ocupación japonesa. Los comunistas y el ejército del Kuomintang pactaron un armisticio y hasta coordinaron su accionar para liberar el territorio que Japón llamaba Manchuqúo. Tras vencer al ocupante nipón, retomaron su guerra civil.

Por el contrario, Asad y Putin destinaron todas las fuerzas sirias a la reconquista de Alepo, permitiendo que los jihadistas de ISIS recuperaran Palmira, la ciudad que meses atrás habían perdido a manos del ejército. Ergo, por vencer a una coalición de milicias moderadas que no estaban masacrando población civil, se permitió que recuperara territorio la fuerza más cruel y demencial de la guerra.

Ese es el lado más oscuro de la victoria en Alepo. No sólo se fortaleció el régimen de Al-Asad y fue un éxito para Putin. Se fortaleció también la milicia que está ejecutando un genocidio.

LA BITÁCORA

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