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La política y la guerra de traficantes

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Los acontecimientos políticos recientes cada vez se parecen más a las guerras de bandas y facciones de los puntos de venta de drogas en los morros de Río de Janeiro.

Solo que el punto es la Explanada de los Ministerios, y los alguaciles, que al menos por el momento, todavía utilizan el tiroteo verbal de las delaciones, mentiras y traiciones, en vez de los AK-47. Pero aquí y allí ya se escuchan instrucciones para "eliminar" a alguien que no quiera colaborar.

El PT se identifica más con el Comando Vermelho, por afinidades cromáticas y por la postura hegemonista, mientras el PMDB se encuadra a la perfección con los Amigos de los Amigos. Amigos que nombran amigos, que consiguen cargos, que reciben propina, que votan con el gobierno, como amigos hacen favores a los amigos. El PP es un concurso de intereses personales disfrazado de banda, sorry, de partido, sin influencia o poder de fuego, que se adhiere a la facción ganadora, sea cual sea, para seguir manteniendo sus negocios.

El Primer Comando de la Capital en la actualidad parece basarse en Brasilia, donde la organización criminal opera. Y la fuerza del nordeste de Brasil, como el propio nombre lo dice, es una fuerza en el Congreso, digo, en el nordeste. ¿Cómo desbaratar estas organizaciones criminales en que los partidos se han convertido? ¿Qué hacer con esa corriente? ¿Cómo salvar a los pocos decentes y eficientes para intentar una reconstrucción? ¿Cómo cambiar la laxitud de la moral y la cultura patrimonialista que vinieron con los portugueses, que vienen cambiando, para peor?

¿Para qué sirve este desahogo? Para nada. ¿Contribuye a una mejor comprensión de nuestros problemas? En nada. La rabia envenena y obstaculiza el pensamiento. Soy solo un ciudadano común, furioso, tratando de expresar los sentimientos de los que no tienen voz.

Si Temer renuncia o es depuesto, la elección va a ser indirecta. Son los diputados y senadores que elegirán al nuevo presidente, en voto secreto. ¿Cuánto va a valer —en cargos, ventajas y dinero en efectivo— un voto? No tiene precio.

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