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Del Estado paternalista a conflicto multicultural

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Durante décadas Suecia gozó de una reputación envidiable: la de un país tolerante a la inmigración y respetuoso de la diversidad de opiniones y culturas que convivían en la sociedad.

Su postura internacional —neutralidad, apego al Derecho Internacional— además, ubicaba al país en el bando de "los buenos". Este atentado vuelve a poner en entredicho esa imagen, pero es curioso que no sea más común recordar que Suecia ya tuvo dos magnicidios: en 1986 el ministro de Estado Olof Palme fue asesinado (un caso que sigue sin resolverse), y en 2003 fue asesinada la canciller Anna Lindh. En los últimos años, además, ha habido varios atentados incendiarios contra mezquitas en Suecia. Algunos ven en estos brotes de violencia la ruptura de la "sociedad hiperintegrada" luego de las reformas neoliberales de las décadas de 1980 y 1990. En esas épocas, Suecia abandonó una parte del paternalismo que caracterizó la política del partido socialdemócrata que, como el batllismo en Uruguay, le dio forma a la cultura política de ese país. Sin embargo, es difícil negar la incidencia de las aristas más extremas entre quienes se declaran musulmanes en el cada vez más agresivo clima político sueco. El hostigamiento a judíos en la ciudad de Malmö es una de las expresiones de esa agresividad. Y como contrapartida, la llegada al Parlamento del partido antiinmigración Demócratas Suecia, cuyo discurso aviva las diferencias entre "lo sueco" y las presencias foráneas. Hasta ahora, Suecia ha respondido mayoritariamente a estos conflictos apelando al diálogo. Luego de este atentado, resta por ver si seguirá habiendo predisposición a esa posición dialogante.

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