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La era de la oscuridad

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Las reuniones públicas se irán espaciando hasta extinguirse. No habrá festivales ni ferias al aire libre, porque toda multitud puede ser blanco de un bólido gigantesco, un coche bomba o una lluvia de balas. El objetivo del terrorismo es que los europeos vayan perdiendo la libertad de reunirse a celebrar en calles, plazas y paseos públicos.

La era de oscuridad que avanza sobre Europa impone un hombre recluido y con poca libertad de movimiento. Por eso, el otro objetivo es que también empiece a contraerse el Estado de Derecho. Que las garantías constitucionales se vayan diluyendo hasta que, junto a la libertad de movimiento, los europeos pierdan los derechos esenciales del constitucionalismo liberal. Alemania se está preguntando por qué la policía terminó dejando en libertad a un joven tunecino que tenía antecedentes de vínculos con el terrorismo. Como no pudo ser deportado porque Túnez negaba que fuera ciudadano de ese país, y al no haber otro país donde enviarlo, quedó libre el hombre que lanzó un camión contra la feria navideña de Berlín. Así lo imponían las leyes y así se hizo. El revés de ese Derecho se vio en Turquía, donde la familia del magnicida fue inmediatamente apresada. Los cuerpos del embajador ruso y de su victimario aún estaban tibios cuando la policía arrestaba a los familiares del asesino. No pasó eso con los familiares del hombre que en julio arrasó con un camión la multitud en la rambla de Niza. La diferencia está en los derechos y garantías que, en Turquía, el gobierno puede obviar fácilmente. Un Estado que no puede garantizar la seguridad ni siquiera a un embajador cuya protección resultaba prioritaria, puede reducir arbitrariamente la libertad de las personas y colocar bajo sospecha, sin más, pruebas del odio visceral que le profesa Erdogán a Fethullah Gülen, el imán asilado en Estados Unidos por ser un poderoso disidente. Si los terroristas alientan los ataques prometiendo recompensar a las familias de quienes se inmolen cometiendo un atentado, el Estado turco busca enviar el mensaje inverso: sus familias pagarán caro. El crecimiento de ultraderechas prometiendo deportaciones, fronteras cerradas a los refugiados y restricción de garantías a las comunidades de origen africano, centroasiático y del Medio Oriente, es una prueba del objetivo ultraislamista: el final de la sociedad abierta, del Estado de Derecho y de las libertades públicas e individuales.

LA BITÁCORA

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