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Oscura antesala

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La historia está plagada de gobernantes estrafalarios. El rey Faruk tenía un gran poder que presumía en su larguísimo título (Su majestad Faruk I, por la gracia de Dios rey de Egipto y Sudán, y soberano de Nubia, Kordofán y Darfur), además de una inmensa fortuna en palacios, joyas y cuentas bancarias. Sin embargo, era cleptómano.

Al sha de Persia le robó una espada y a Winston Churchill un reloj de bolsillo.

El hombre que asume la presidencia de Estados Unidos también tiene un lado oscuro. Y está más a la vista que los vicios desopilantes del último monarca egipcio. Por eso los norteamericanos vivieron la más extraña de las antesalas de un recambio presidencial. Nunca antes, a la asunción de un presidente la antecedió una atmósfera tan tensa.

Por primera vez, en toda la historia, el presidente electo empieza a gobernar antes de haber asumido. Eso hizo Trump con declaraciones respecto a China y a las inversiones de empresas en México.

Entre esas acciones y dichos, algunas provocaron respuestas sombrías y también sin antecedentes.

Desde que Mao Tse-tung amenazó a Occidente diciendo que si hacía que los chinos sincronizaran sus relojes y saltaran a la misma hora, el mundo se sacudiría, nunca hubo otra amenaza tan directa como la que transmitió Beijing a través de un diario oficialista: si intenta impedir la soberanía china so-bre las islas que reclama en el Mar Meridional, Washington debe prepararse para una guerra.

Tampoco hay antecedentes, al menos cercanos, de que alguien llegara al día de la asunción tan débil en las encuestas. Y mucho menos que el fantasma de un juicio político sobrevolara a un presidente electo desde semanas antes de asumir.

La injerencia rusa en el proceso electoral y la falta de transparencia sobre el manejo de las empresas de Donald Trump durante el ejercicio de la función pública, son sombras sobre la gestión que comienza.

La sensación es que todo puede pasar. Desde un gobierno brillante que revitalice la economía y modifique positivamente el tablero internacional, hasta una mezcla de plutocracia (gobierno de los ricos) y kakistocracia (gobierno de los peores) en el que la demagogia megalómana de un gobernante con dudosa legitimidad imponga una deriva de autoritarismo interno y tembladerales externos. A la mejor descripción de lo que insinuó esa extraña y oscura antesala de la asunción, la describió un título del diario argentino Ámbito Financiero: "Asume Trump, que sea lo que Dios quiera".

LA BITÁCORA

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