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Óscar Camps, capitán del Open Arms: "Si rescatamos a 60 mil personas en cuatro años, ¿qué podrían haber hecho 28 gobiernos?"

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Óscar Camps Open Arms

ENTREVISTA

Su ONG ha salvado a más de 60 mil personas de morir ahogadas en el Egeo y el Mediterráneo y habla del coste emocional de los rescatados y del propio

Al ver la foto de Aylan Kurdi muerto en una playa turca, el español Óscar Camps vi a su hijo que tenía la misma edad. Tomó sus ahorros y su equipo de socorrista y se fue a Lesbos (Grecia). Más tarde fundó Proactiva Open Arms y consiguió una embarcación para rescatar a los náufragos del Egeo y Mediterráneo. En cuatro años, su ONG salvó a 60 mil personas. En agosto, él, su tripulación y 160 migrantes permanecieron 20 días abordo en condiciones que calificó en entrevista con El País como “inhumanas e insufribles”. E interroga: “Si nuestra organización rescató a 60 mil personas en cuatro años, ¿qué podrían haber hecho 28 gobiernos si se lo hubieran propuesto?”

—En agosto se vivió la misión más difícil en la historia de Open Arms. ¿Qué resume de esa experiencia?
—La misión 65 fue la más difícil en todos los sentidos. Básicamente porque las condiciones de vida en Libia se han endurecido muchísimo. El que logra pagar la salida es el que todavía tiene una familia lo suficientemente solvente para huir de ahí. Se supone que los que rescatamos en el mar son los que están mejor. Esas personas estaban en la peor situación física y emocionalmente que hemos visto en cuatro años de existencia. Si estos son los que están mejor y han podido salir, no quiero pensar cómo están los que siguen ahí que son muchísimos miles. Con esta premisa, 160 personas estuvieron a bordo de una embarcación de 36 metros durante 20 días con dos letrinas. Fue inhumano e insufrible.

"Ciento sesenta personas estuvieron a bordo de una embarcación de 36 metros durante 20 días con dos letrinas. Fue inhumano e insufrible".

—Psicológicamente, ¿cómo se vivió ese periodo?
—Estábamos a una distancia de 600 metros de la costa; se veía perfectamente la isla (de Lampedusa). Estas personas ya llevaban más de 20 días en el mar. Esto desestabilizó más emocionalmente a estas personas al punto que tuvimos intentos de suicidio, peleas, discusiones. En los últimos días saltaban por la borda para llegar a nado a la isla en un acto de desesperación absoluta. Convivimos con esto en un espacio pequeño, teniendo la responsabilidad de garantizar su seguridad, de mantenerlos vivos, de alimentarlos, de darles atención médica y psicológica. La verdad que fue un tormento para toda la tripulación. Y encima lo hicimos en contra de la opinión de dos gobiernos –el español y el italiano– que pusieron en marcha todo el mecanismo mediático para denostarnos como organización.

Migrantes saltan del barco Open Arms para intentar llegar nadando a las costas de Italia. Foto: Reuters
Migrantes saltan del barco Open Arms para intentar llegar nadando a las costas de Italia. Foto: Reuters

—Legalmente, ¿cómo lograron superar las trabas?
—Los primeros cinco días que estuvimos en aguas internacionales pudimos convertir el barco Open Arms en una oficina de solicitudes de refugio. Llevábamos a bordo a 95 personas que eran solicitantes y pudimos organizar una pequeña oficina porque el barco, de bandera española en aguas internacionales, no deja de ser territorio español y el capitán no deja de ser una autoridad; por lo tanto, estas personas tenían todo el derecho legal de solicitar refugio, asilo y protección al capitán del barco amparándose en convenios internacionales. Lo hablamos con ACNUR y nos dijo que sí. Tomamos declaración en 10 idiomas diferentes, rellenamos los formularios y convertimos el barco y su tripulación en una oficina de refugio. Ahí descubrimos que teníamos 35 menores no acompañados que necesitaban un tratamiento jurídico diferente. Así me desplacé al tribunal de menores de Palermo para solicitar formalmente que se hiciera cargo de la tutela de esos menores que estaban en aguas internacionales en ese momento. Pero antes tuvimos que romper el bloqueo administrativo que (Matteo) Salvini (en ese entonces ministro del interior italiano) nos había impuesto al aprobar un decreto que prohibía a los barcos de cualquier ONG a estar en aguas internacionales bajo multas de miles de euros. No podíamos hacer toda esta gestión sin tumbar este decreto. Fuimos a Roma y presentamos un recurso ante la Fiscalía. Impugnó el decreto y ganamos. El decreto quedó inhabilitado para el Open Arms y ordenaba el desembarco inmediato. Pero Salvini hizo todo lo que pudo para evitar esta resolución. Entonces tuvimos que denunciarlo por secuestro, prevaricación y difamación. El fiscal vino al barco y ordenó el desembarco de estas personas en el puerto al ver que se las había hecho sufrir.

—¿Cuántas personas trabajan en el barco?
—Diecinueve. Si tenemos en cuenta que nueve son tripulantes profesionales, nos quedan 10; de esos 10, dos son periodistas que están ahí para informar a sus medios. Quedan ocho. De esos ocho, uno es cocinero y dos son médicos. O sea, quedan cinco. Estos cinco se tenían que hacer cargo de la limpieza del barco y de mantener alimentada a estas personas. Tuvimos que evacuar a 65 personas por casos médicos graves. Fue una absoluta locura.

—Como capitán del Open Arms, ¿cómo lleva usted el peso sobre sus hombros?
—El coste emocional es altísimo. El coste doméstico es insoportable. No puedes conciliar nada porque estamos hablando de proteger vidas humanas en aguas internacionales, donde azota el viento y hay pocos barcos disponibles para hacer este trabajo. En ese momento estábamos solos. Es mucha responsabilidad y no puedes esconderte de esa responsabilidad. La situación es la que es y, si no estuviéramos ahí, estaríamos hablando de que no pasa nada. Pero sí está pasando, solo que no habría testigos y estas personas desaparecerían sin dejar rastro, lo que, lamentablemente, es lo que pretende Europa.

El coste emocional es altísimo. El coste doméstico es insoportable. No puedes conciliar nada porque estamos hablando de proteger vidas humanas en aguas internacionales, donde azota el viento y hay pocos barcos disponibles para hacer este trabajo. En ese momento estábamos solos. Es mucha responsabilidad y no puedes esconderte de esa responsabilidad"

—¿Cómo es un día de rescate?
—En primer lugar tienes que estar en aguas internacionales; estar navegando en medio del mar, en medio de la nada y estar siempre disponible para acudir lo más pronto posible ante cualquier llamado de emergencia. Eso puede ocurrir a 50, 60 o 100 o más millas de distancia; a unas horas de distancia o a días de distancia. Cuando tienes constancia de que hay una embarcación en situación de emergencia o que está naufragando y tú estás a un día de distancia y sabes que en 24 horas nadie va a llegar ahí y que posiblemente llegues tarde… es difícil convivir con todo eso. A veces llegas a tiempo y a veces, no. A veces estás terminando ese rescate y te están avisando de otro a 60 o 100 millas en otra dirección.

—¿Qué cambios ha visto en las personas desde que el Open Arms comenzó a operar?
—Lo hemos denunciado, sí; los vemos en su salud y en su estado corporal. Se han deteriorado. Estas personas pasan mucho tiempo recluidas en centros de detención ilegales inhumanos, donde están apilados, sin agua, sin mucho alimento; llegan desnutridos y deshidratados, con enfermedades cutáneas y respiratorias. Las mujeres, absolutamente todas, han sido violadas y prostituidas; muchas de ellas vienen embarazadas. Algunos niños que vienen son bebés que nacieron durante el viaje y son producto de violaciones. También hay deterioro psíquico. Su estado de salud al llegar al barco es precario. También tenemos casos de torturas y heridos de bala.

Barco de ayuda humanitaria, Open Arms. Foto: AFP
Barco de ayuda humanitaria, Open Arms. Foto: AFP

—¿Considera que el discurso antimigrante y racista que hay en las redes sociales se ha exacerbado?
—No, lo que pasa es que cuando aparecen grupos políticos que no tienen un programa electoral coherente, que no van a ocuparse ni de la sanidad ni de la educación ni de ningún tema social, que son grupos con un discurso racista o xenófobo, utilizan la migración. Utilizan las redes sociales porque es muy fácil generar un guion tendencioso utilizando expresiones como inmigrantes ilegales, migrantes económicos, musulmanes que vienen a invadirnos, a gozar de nuestros privilegios y pensiones. Nada más lejos de la realidad. Pero ese discurso cuaja porque todos tenemos un pequeño Trump dentro que se alimenta de la ignorancia, de no viajar, de no leer. España ha recibido 60 mil subsaharianos que han venido del sur en 2018; nos lo vendieron como una gran invasión. Solamente en Cataluña, el censo varía cada año entre 50 mil y 150 mil personas. Pero, claro, este discurso cala porque la gente piensa que vienen a quitarnos el trabajo cuando ni siquiera hablan nuestro idioma y, sencillamente, están de paso hacia otros países del norte de Europa donde los espera parte de su familia y sus amigos. En el mismo periodo España se ha gastado del erario más de 65 mil millones de euros para rescatar a la banca y, en cambio, de lo que se habla, es que entraron 60 mil subsaharianos por el sur. Es completamente alarmante que la población española no se queje de que se han fundido 65 mil millones de nuestras pensiones, que tenemos una natalidad negativa y que mi generación –los babyboomers– somos siete millones que vamos a desaparecer dentro de 15 años y a nadie le importa. Con todo, hemos logrado que los gobiernos pasen vergüenza. Estamos rescatando con un perfil más bajo y sin esperar 20 días y sin ese escándalo mediático en el que nos tratan como traficantes cuando lo que hacemos es proteger la vida humana en el mar. No obligamos a los gobiernos a que se los queden a todos; solo estamos diciendo que nadie muera.

—¿Hasta dónde está dispuesto a llegar Open Arms con los rescates?
—Si nuestra organización rescató a 60 mil personas en cuatro años, ¿qué podrían haber hecho 28 gobiernos si se lo hubieran propuesto? ¿Cuántos de estos 60 mil rescatados van a ser un personaje influyente? Quizás alguno de ellos se convierta en un gran cirujano que le salve la vida a mi nieto o quizás uno de ellos sea un líder político que cambie las cosas. Yo solo soy un granito. Como eslabón de una gran cadena, yo hago mi trabajo. Como yo habrá más eslabones y más acción ciudadana y organizaciones que harán grandes cosas hasta que se cambie. No sé si tardaremos 5 o 50 años pero para llenar un cubo de agua se empieza con un vaso. Yo soy optimista. No hay que dejar de trabajar. Hay que trabajar el doble que los demás aunque sea duro.

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