Es el primer preso por organizar protestas que no autorizaron.
Cuando sus carceleros le vendaron los ojos y le suspendieron por las muñecas, el opositor ruso Ildar Dadin entendió, tras unos minutos, que habían logrado torcer su voluntad.
Desde su encarcelamiento en diciembre de 2015, había sufrido aislamiento, frecuentes palizas y simulacros de ahogamiento en los retretes de una prisión del noroeste de Rusia donde cumplía condena.
Pero aquella vez, algo se rompió. "Sentí un dolor increíble y pensé que alguien podía venir a violarme", recuerda Dadin, tan solo unos días después de su liberación, en su apartamento situado en las afueras de Moscú. "Lo recuerdo, sentí que me descomponía".
Dadin fue el primer ciudadano ruso encarcelado en virtud de una ley que entró en vigor en el verano de 2014, que prevé hasta cinco años de prisión para quien organice más de dos manifestaciones no autorizadas en un plazo de seis meses. Su caso cobró mucha relevancia en noviembre cuando el medio digital Meduza publicó una carta suya en la que denunciaba "unas condiciones de detención insoportables" con "palizas permanentes, torturas, humillaciones e insultos".
A finales de febrero, el Tribunal Supremo ruso ordenó su liberación tras 15 meses de prisión. Y desde entonces, este hombre de 34 años y ex agente de seguridad intenta readaptarse a la libertad con su esposa Anastasia, con la que se casó cuando estaba en la cárcel. Y asegura que no tiene intención de abandonar su lucha contra el presidente Vladimir Putin. "Cuando estaba en la cárcel, los demás detenidos me preguntaron si seguiría y siempre les respondí firmemente que sí", dice. "Si no lo hiciera, significaría que tuve miedo". Dadin fue trasladado constantemente de una cárcel a otra en el transcurso de su condena. Según él, fue en el campo penitenciario IK-7, en Carelia, cerca de la frontera con Finlandia, donde peor le trataron a su llegada en septiembre de 2016. Los guardias lo mandaron enseguida al calabozo y cuando quiso denunciar su situación y comenzó una huelga de hambre, recibió amenazas y torturas. Dadin fue reconocido como prisionero político por Amnistía Internacional.
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