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Néstor Kirchner vuelve

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Historia: Cristina Fernández recibe el mando presidencial de su marido, Néstor Kirchner, el 10 de diciembre de 2007, en la Casa Rosada. Foto: AFP

ANÁLISIS

Una fórmula melancólica, que ha desenterrado al fallecido presidente, se enfrenta a Mauricio Macri.

Lo sintetizó, no hace mucho, un genio anónimo: “La Argentina es un país donde, si te vas de viaje 20 días, al volver cambió todo, y si te vas de viaje 20 años, al volver no cambió nada”. En octubre otra vez cambiará todo: habrá elecciones para presidente. Así que ese país en temblores constantes se acerca al terremoto.

Es difícil comentar ese proceso; todo lo dicho hoy puede caducar mañana, pero hay una base real: este no es el peor momento de la Argentina porque la Argentina se ha especializado en momentos espantosos, pero es, quizá, su momento más desesperanzado. La crisis es lenta y persistente, sin visos de salida. Entre otras cosas, porque el gobierno que la condujo dice que no la produjo y ahora pretende convencernos de que tiene la solución.

Pero su jefe quiere seguir gobernando, así que se aferra a su última esperanza: que muchos crean que la alternativa -un nuevo gobierno kirchnerista- es todavía peor. Para eso recuerda sin cesar que sus jefes robaban con denuedo y que su jefa máxima era intolerante y gritona y descuidada con las instituciones.

En la competencia entre peores se decide, ahora, la Argentina que viene: el que consiga presentarse como el mal menor sacará unos votos más que el otro y la gobernará. Ambos están lanzados, y el kirchnerismo no suele esperar que le impongan las reglas. Sabe forzar las situaciones; para eso su jefa se nombró, hace unos días, vicejefa. Cristina Fernández viuda de Kirchner, la política más poderosa de la Argentina, se proclamaba candidata a vicepresidenta, en una fórmula que encabezaría su tocayo Alberto. Y lo anunciaba ella misma, supuesta acompañante, ofreciendo el caos de un equipo presidencial en que la segunda tiene todo el poder y el primero poquito.

En España es famosa aquella imagen del Mio Cid, caballero medieval de tantos cuentos, que ganó su última batalla ya cadáver, amarrado a su potro. En Argentina sería lo más común: no hay, en su política, nada que pueda competir con un difunto. Todo consiste en ser el muerto del momento: durante décadas lo fue Eva Perón, Juan Domingo Perón tuvo su tiempo, Guevara era una fija, incluso Alfonsín se postuló, pero pocos han tenido tanto poder como el finado Néstor Kirchner desde hace nueve años.

En octubre de 2010, cuando murió inesperadamente a sus 60, su esposa gobernaba con dificultades: otra crisis económica la golpeaba y las elecciones de 2011 se le anunciaban complicadas. Su muerte la salvó. En los cuatro años que siguieron a su muerte Néstor Kirchner, rebautizado por ella como “Él”, estuvo en todas partes. El censo de un blog especializado -Ponele Néstor a todo- dice que se apodaron con su nombre más de 170 escuelas, túneles, terminales, rotondas, avenidas, plazas, piletas, hospitales; los intendentes entendieron que alcanzaba con ese bautismo para que un proyecto recibiera luz verde y billetes violetas. Mientras, el gobierno de su viuda se encontraba con más y más dificultades económicas, políticas, sociales. Entonces recurrió al capítulo 2 del Populismo for Dummies: pocos hechos significativos pero catarata de palabras tremebundas. Su violencia -discursiva- dio lugar a lo que desde entonces se llamó “la Grieta”: una polarización extrema de la sociedad. El muerto se volvió, también, un hombre de pelea.

Apareció entonces un pequeño sector peronista que intentó armar otra imagen del difunto: oponer el gobierno supuestamente exitoso y calmo de aquel hombre al supuestamente fallido y chocador de esa mujer. Era una maniobra que encabezaba -feroz, despiadado con ella- su exjefe de Gabinete: Alberto Fernández y sus pocos amigos ya no se decían kirchneristas porque el kirchnerismo y la figura de Néstor Kirchner habían sido malbaratados por la viuda. Contra sus excesos, se definían “nestoristas” y se proponían más serenos, más centristas, más “republicanos”. “El peronismo […] fue progresista con Néstor Kirchner y solo fue patético con Cristina”, dijo entonces Fernández en una entrevista. O, en un tuit, que “A NK [Néstor Kirchner] lo acompañé. Con Cristina es imposible”. O, en otros: “Qué penoso ver a lo que Cristina somete a las instituciones argentinas”. O, más directo: “CFK […] actuó como psicópata”.

La señora se había hecho demasiados enemigos. Por eso sus candidatos perdieron las elecciones de 2015; por eso ella misma podría perder las de 2019. Necesitaba rebajar esa imagen peleadora, casi autoritaria, tan claramente yo yo yo, y buscar cierto barniz institucional y conciliador y moderado; pensó que Alberto Fernández como cabeza de fórmula podía dárselo. Y que traería consigo el premio gordo, la ayuda indispensable: una imagen tuneada del difunto.

La gran ventaja de los muertos es que son construcciones de los vivos. Este Néstor 2019, candidato inmejorable, tiene, por las necesidades de la hora, dos rasgos decisivos: un aprecio por el diálogo y las instituciones que su viuda nunca tuvo y la experiencia de la salida de la crisis de 2001.

La perspectiva es, de tan oscura, casi clara. Una fórmula al revés, inverosímil, melancólica, entra en campaña con chances de ganar. Las tiene porque tiene, enfrente, a un gobierno que hizo todo mal: que ni siquiera favoreció a los suyos. Así, las políticas antipopulares de Macri consiguieron la hazaña de hacer olvidar las políticas antipopulares de Fernández: se habla, con toda razón, del 33% de pobres del gobierno de Mauricio Macri en 2019 y se calla, sin ninguna, el 32,4% de pobres del gobierno de Cristina Fernández en 2014. El mecanismo todavía funciona: el éxito peronista se basaría, una vez más, en el fracaso argentino -y viceversa.

Del imposible a la fórmula

“A veces me dicen ‘bueno, sos igual que Kirchner’. Me llena de orgullo”, dijo el candidato Alberto Fernández en su primer spot de campaña. Y la palabra Néstor no se le cae de la boca ni un momento y ella, Cristina Fernández, viuda de Kirchner, también lo recupera para esta campaña presidencial. Años atrás, Alberto Fernández había tuiteado una vez: “A NK lo acompañé. Con Cristina es imposible”.

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