Ni las denuncias de los defensores de animales ni el ocaso del paradigma de los zoológicos pudieron torcer el triste final del oso Arturo, que se encontraba en el zoológico de Mendoza, Argentina.
El oso polar Arturo murió ayer en el zoo de Mendoza, Argentina, luego de pasar 22 años de cautiverio en un reducto con características ajenas a las de su hábitat natural.
El animal, según informó la gobernación de Mendoza en su página web, presentaba un cuadro clínico terminal debido a su avanzada edad. "Pese a todo lo realizado por el cuerpo médico veterinario, el animal, desde hacía varios días, había entrado en un proceso de descompensación y deterioro marcado irreversible. El viernes el equipo de veterinarios y los funcionarios de [la Secretaría de] Ambiente se apostaron junto al animal para acompañarlo y que su deceso fuera tranquilo", se publicó.
Arturo tenía casi 31 años de edad. Había llegado al zoológico provincial con 8 años, en 1993, y pasó 22 años de su vida en el predio. El preciado animal falleció por un desbalance hemodinámico, lo que desencadenó una descompensación multisistémica, informó la Gobernación. Ocurrió en medio de la profunda crisis que vive el zoo de Mendoza, por la seguidilla de muertes registradas desde comienzos de año.
Pocos años atrás, la imagen de Arturo en evidente estado de deterioro y sucio, al igual que el agua del recinto que ocupaba, encendió la alarma.
Las condiciones en las que sobrevivía en el paseo derivaron en pedidos internacionales para su liberación y traslado a Canadá. Sin embargo, por su vejez (el promedio de vida en libertad es de 20 años), tras un minucioso estudio y consulta con especialistas, se decidió que debía permanecer en cautiverio en Mendoza. Trasladarlo podía significar que su muerte se anticipara.
Las autoridades, junto con ONG ambientalistas, trabajaron para mejorar las condiciones del hábitat de Arturo en el zoo. Logró reponerse, pero hace un mes el oso empezó a reportar graves signos de decaimiento y ayer murió.
ARGENTINALa Nación | GDA