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Todo el mundo puede marcar diferencia

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Orbán culpó a los refugiados de propagar la pandemia. Foto: Archivo

ANÁLISIS

Las personas refugiadas y solicitantes de tal condición son particularmente vulnerables a las actitudes y actos racistas y xenófobos.

La pandemia del COVID-19 es una crisis no sólo sanitaria y socioeconómica sino también humanitaria que nos afecta a todos por igual, pero que impacta de manera desproporcionada a las personas más vulnerables de nuestra sociedad, entre ellas a las personas refugiadas y los solicitantes de tal condición.

El informe anual de ACNUR Tendencias Globales, que se presentó el pasado jueves, muestra que un número sin precedentes de 79,5 millones de personas estaban desplazadas forzosamente a fines de 2019. Es la cifra más alta registrada por ACNUR. Esto representa al más del uno por ciento de la humanidad (una de cada 97 personas).

Es por esto, que, como declaró el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Filippo Grandi: “Necesitamos una actitud fundamentalmente nueva y más receptiva hacia todas las personas desplazadas, junto con un impulso mucho más decidido para resolver conflictos que duran años y que están en la raíz de un sufrimiento tan inmenso”.

La crisis también nos ha demostrado que todos tenemos un papel que desempeñar. A medida que el virus y su impacto se propagan rápidamente por nuestro continente, las personas y las comunidades se unen en muestras excepcionales de solidaridad. Todo el mundo puede marcar la diferencia. Cada persona, desde su lugar, puede contribuir porque toda acción cuenta. Hemos visto innumerables ejemplos de acciones concretas donde individuos, organizaciones no gubernamentales, entidades religiosas y el sector privado se han reinventado y unido para ayudar a las personas que se encuentran en una situación de vulnerabilidad, entre ellas las personas refugiadas, para defender la dignidad humana frente a la pandemia.

Ante estos nuevos desafíos, las personas refugiadas siguen contribuyendo a las economías locales y están realizando un importante aporte en la primera línea de las labores esenciales, como las prestaciones de servicios médicos. El impacto económico de las medidas de contención del COVID-19 hace aún más necesario que continuemos trabajando para facilitar el acceso a derechos, a la inclusión socioeconómica y a los programas de protección social de toda comunidad, incluyendo a las personas refugiadas, solicitantes de tal condición y otras personas con necesidades de protección internacional. Es entre todos y todas que podremos amortiguar los efectos de la pandemia en los más vulnerables y recuperarnos mejor para el bien de toda la sociedad.

Este Día Mundial del Refugiado ocurre en un contexto de protestas y manifestaciones en todo el mundo contra el racismo. El ACNUR nació de la poderosa convicción compartida de que todos somos iguales en dignidad y derechos, y que aquellas personas que son perseguidas por sus creencias o características étnicas, tienen derecho a ser protegidas.

Las personas refugiadas y solicitantes de tal condición son particularmente vulnerables a las actitudes y actos racistas y xenófobos. Este es un problema continuo que debe ser atendido. El ACNUR y sus socios participan activamente en la lucha contra el racismo y la discriminación a nivel local, nacional, regional y mundial, incluso a través de campañas de sensibilización.

El Día Mundial del Refugiado es una oportunidad para estar #ConLosRefugiados y compartir mensajes de tolerancia, respeto mutuo y respeto por la diversidad.

*Representante Regional del ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados

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