La jefa de gobierno alemana no es la candidata adecuada, según respondió un 61% de los alemanes en un sondeo publicado por Handeslblatt.

"El Nobel de la Paz casi me angustia". Con una frase espontánea, la jefa de gobierno alemana Angela Merkel se expresó sobre su candidatura al máximo reconocimiento que se pueda conceder a un dirigente, que será otorgado mañana en Oslo.

Lo hizo durante una entrevista televisiva, afrontada con una idea fuerte, la acogida sin límites numéricos de los refugiados, y un lenguaje capaz de demostrar a sus compatriotas, en el momento delicado, liderazgo y corazón.

Y pese a ello para los alemanes -que aún la siguen y la respetan, aunque con muchas dudas sobre los efectos de sus decisiones- la canciller no es de Nobel, para el que se han propuesto también, entre otros, los nombres del papa Francisco, el presidente colombiano Juan Manuel Santos y el líder de las FARC, Timoleón Jiménez, o la alcaldesa de la isla italiana de Lampedusa, Giusi Nicolini.

Merkel no es la candidata adecuada, respondió un 61% de los alemanes en un sondeo publicado por Handeslblatt. Y la reticencia crece hasta el 70% en la encuesta propuesta por N24, en vísperas de la asignación.

Merkel está muy "concentrada" en estas semanas, y lo explicó bien ayer a Anne Will, la periodista de la cadena ARD que logró tener a la canciller durante una hora en su programa, de manera totalmente insólita.

La escalada de polémicas internas sobre la crisis migratoria explica cómo es que Merkel aceptó la invitación. La campaña en su contra lanzada por su aliado del CSU, Horst Seehofer, amenaza con transformarse en medidas de emergencia -que mañana vota el gabinete de Baviera-que podrían contradecir las leyes en vigor en Alemania y en la Unión Europea (UE).

El land alemán está pensando mandar para atrás autocares y trenes con los refugiados a bordo, limitando de hecho la acogida que, para la canciller, no puede ser limitada. "No existe un stop, ¿cómo sería practicable? No podemos ilusionar a la gente con promesas con no podemos mantener", explicó Merkel.

La canciller replicó a las críticas con gran sencillez: "Se puede considerar posible de verdad que cientos de miles de personas haya dejado su país después de mi 'selfie' con algunos refugiados que me lo habían pedido?".

Una pregunta retórica planteada sin esconder un cierto cansancio. Pero interrogada si, sobre esta crisis, está dispuesta a jugarse el puesto, la respuesta ha sido, como siempre, apuntando el dedo al trabajo: "Estoy dispuesta a trabajar duro como soy capaz de hacer".

Al principio de la entrevista, de todos modos, volvió a sostener: "Estoy convencida de que lo lograremos". Desbordados por la avalancha de refugiados, los dirigentes regionales piden más recursos. Pese a ello aún emerge un apoyo bastante difuso a la canciller, atacada por otra parte por 34 disidentes de su partido, CDU.

Fue precisamente algún compañero de partido quien la propuso para el Nobel de la Paz, teniendo en cuenta su rol clave en la crisis de Ucrania, mediando entre Moscú y Washington para alcanzar un alto el fuego.

Pero hoy Merkel es de todos modos un símbolo del desafío, afrontado a brazos abiertos y en términos casi misioneros, como le echa en cara alguno, de la acogida de los sirios que huyen de la guerra. Y esto, para varios observadores y políticos, le ha llevado a ser candidata, en "pole position", al Nobel.

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