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Lula se informa, escribe cartas y sigue a su club

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Con el gesto cansado, Lula llegó a la ceremonia en un convoy de autos negros, del que se bajó escoltado por agentes armados. Foto: Reuters
Brazil's former President Luiz Inacio Lula da Silva, leaves for the cemetery to attend the funeral of his 7-year-old grandson, in Sao Bernardo do Campo, Brazil March 2, 2019. Ricardo Stuckert Filho/ Lula Institute/Handout via REUTERS. ATTENTION EDITORS - THIS IMAGE WAS PROVIDED BY A THIRD PARTY. BRAZIL-POLITICS/LULA
HANDOUT/REUTERS

POLÍTICA BRASILEÑA

Un año en prisión; el Supremo Tribunal decidirá su caso.

Desde que llegó a la prisión de Curitiba el 7 de abril de 2018, Luiz Inácio Lula da Silva solo ha salido dos veces. Una de ellas para ir al velatorio de su nieto, el peor momento de un año en el que su enemigo Jair Bolsonaro llegó a la presidencia y su horizonte judicial no dejó de oscurecerse.

Pero, a los 73 años, el exmandatario (2003-2010) no se deja abatir, se ejercita todos los días en la cinta que tiene en su celda de 15 metros cuadrados —adaptada especialmente para él— y está obcecado en probar su inocencia ante lo que considera una "farsa judicial" para apartarle del poder.

"Obviamente quedó destrozado, muy triste, con la muerte de su nieto", el pequeño Arthur, de 7 años, que falleció repentinamente el 1 de marzo, cuenta a la AFP Gleisi Hoffmann, presidenta del Partido de los Trabajadores (PT).

"Pero desde el punto de vista político, de enfrentamiento de todas estas injusticias, sigue muy firme", agrega Hoffmann, visitante frecuente en la cuarta planta de la sede de la Policía Federal de Curitiba (sur), donde Lula cumple su pena de 12 años y un mes por corrupción.

El político se encuentra bien mentalmente y su voz siempre afónica, ha mejorado en los últimos meses, en los que también ha perdido algunos kilos.

Mantiene una estricta rutina. Se despierta a las 6:00 horas, dos horas más tarde sale de su celda para desayunar, casi siempre un pan con manteca o jamón.

Lula da Silva: el ex presidente está preso desde abril en Curitiba; ayer se reunió con su compañero de fórmula Fernando Haddad. Foto: Reuters
Lula da Silva: el ex presidente está preso desde abril en Curitiba. Foto: Reuters

El patriarca de la izquierda se ha volcado a la lectura y también escribe las cartas que después publica el partido, informándose de la actualidad brasileña y mundial y viendo a su querido club Corinthians por televisión. Pero, al tener solo canales de televisión abierta, lamenta no poder ver el fútbol de Europa.

En los primeros 57 días de reclusión, leyó 21 libros. Hasta la semana pasada, tenía en sus manos un libro sobre el petróleo, pero el que se destaca entre sus preferidos en los últimos tiempos es O Alufá Rufino (2010), que trata sobre el tráfico, la esclavitud y la libertad en el Atlántico Negro entre los años 1822 y 1853.

Las noticias que le traen sus abogados en sus dos visitas diarias no pueden ser peores. Ningún recurso ha conseguido liberarle, y el jueves pasado, el Supremo Tribunal Federal (STF) aplazó sin fecha las discusiones de la próxima semana sobre un cambio de jurisprudencia para los condenados en segunda instancia, que podría conducir a su excarcelación.

El nuevo revés deja todo en manos del Superior Tribunal de Justicia (STJ), una suerte de tercera instancia, que podría examinar su recurso en los próximos días. Algunas voces han pedido concederle la prisión domiciliaria, pero todo está en el aire en un caso sin precedentes, que despierta pasiones.

"El escenario para Lula pasa a ser el STJ", aunque "los índices de alteración y revisiones de condena son bajos, estadísticamente hablando, tanto en el STJ como en el STF", explica Silvana Batini, fiscal y profesora de Derecho en la Fundación Getúlio Vargas."Pero, obviamente, la cuestión de Lula es excepcional", agrega.

El expresidente fue condenado en primera y segunda instancia por corrupción pasiva y lavado de dinero, como beneficiario de un apartamento puesto a su disposición por constructoras para obtener contratos en Petrobras.

Varios procesos.

En febrero de este año, fue sentenciado a otros 12 años y 11 meses, al considerar que obtuvo reformas en una hacienda, igualmente a cambio de contratos en la petrolera estatal. La primera vez que fue sacado de prisión, en noviembre, fue justamente para prestar declaración por este caso.

Si esta pena es ratificada en segunda instancia, sus condenas sumarían 25 años, aunque bajo la ley brasileña podría gozar de un régimen semiabierto con cuatro cumplidos, un sexto de la sentencia. Siempre que no sea condenado en otro de los procesos que tiene abiertos.

A los golpes personales y judiciales, se sumaron los políticos, cuando el pasado 28 de octubre un 55% de los electores eligió al ultraderechista Jair Bolsonaro, un exmilitar que había prometido que, si ganaba, el líder de la izquierda iba a "pudrirse en prisión".

Días después, el juez anticorrupción Sérgio Moro, enemigo frontal y autor de su primera condena, fue nombrado ministro de Justicia.

Todo pudo cambiar el 8 de julio, cuando un juez de guardia aprovechó la calma de un domingo para ordenar su liberación, arrancando un cruce de decisiones que solo se resolvieron con una última orden que le mantenía preso, tras horas de fuerte tensión.

Fue la vez que más cerca ha estado de salir.

"Llegamos a creer que sería liberado", recuerda Hoffmann. De acuerdo con lo que relató el diario Folha de Sao Paulo, Lula llegó a recoger sus cosas e ir hacia el ascensor.

Desde entonces se ha tomado con más distancia las decepciones, como la discusión judicial que impidió que llegara a tiempo a despedirse de su hermano Vavá, fallecido de cáncer en enero.

Actos.

El aniversario de su prisión trae los focos de vuelta a Curitiba, con una serie de actos convocados para hoy domingo que pretenden relanzar la desgastada campaña "Lula libre".

Se espera que los pesos pesados del PT vuelvan a reunirse a las puertas de la cárcel, donde las decenas de fieles que siguen en la vigilia desde el día de su detención le cantan todas las mañanas, a las 9:00 horas, "Buenos días, presidente Lula" y se despiden a las 19:00 horas con un "Buenas noches" coral.

Solo ellos no se han movido de allí en todo el año.

Ministro polémico a un paso de ser cesado

El presidente Jair Bolsonaro, afirmó que su ministro de Educación, debilitado por disputas internas de poder, podría dejar el cargo, en la que sería la segunda baja en 100 días de gobierno.

El ministerio comandado por Ricardo Vélez Rodríguez, un filósofo de origen colombiano identificado con causas ultraconservadoras, está prácticamente estancado desde mediados de enero por una serie de renuncias, polémicas declaraciones del propio ministro y, según especialistas, falta de proyectos en áreas prioritarias.

"Está bastante claro que no está funcionando. Es una buena persona, honesto, pero está faltando gestión", dijo Bolsonaro a periodistas.

La decisión sobre la permanencia o la destitución de Vélez se anunciará mañana lunes, añadió el mandatario, que en febrero despidió al Secretario General de la Presidencia y coordinador de campaña de Bolsonaro, Gustavo Bebianno, tras revelaciones de un supuesto esquema de creación de candidatos "fantasma" en el partido oficialista.

Desde que asumió, Vélez despidió o vio renunciar a una quincena de funcionarios de puestos clave, como el secretario ejecutivo o su jefe de gabinete, debido a una pulseada entre dos sectores que según la prensa se disputan la influencia: el ala militar, que ocupa ocho de los 22 ministerios, y el ala "ideológica", que tiene entre sus representantes a Vélez y al canciller, Ernesto Araújo.

Vélez se vio varias veces en el ojo de la tormenta por declaraciones polémicas. La semana pasada afirmó que los militares que gobernaron Brasil de 1964 a 1985 no dieron un golpe de Estado ni instauraron una dictadura, sino un "régimen democrático de fuerza" y que pretendía introducir "cambios progresivos" en los manuales para "rescatar una versión de la historia más amplia".

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