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El liderazgo moral queda en el olvido

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El presidente Donald Trump hizo más que trazar un equivalente entre los manifestantes que portaban antorchas y los militantes izquierdistas con los que protagonizaron los choques en Charlottesville, ya que renunció a lo que todos los presidentes desde Roosevelt hasta Reagan consideraron un deber central de su cargo: fijar la dirección moral que una al país.

Su declaración puede ser interpretada como una manifestación sin haberla pensado y lanzada al calor de un intercambio ríspido con periodistas. El presidente había declarado un día antes que "el racismo es el mal" y que el Ku Klux Klan, los neonazis y los supremacistas blancos "son repugnantes en función de los valores que defendemos los estadounidenses".

Sin embargo, la negativa de Trump a expresar un juicio moral explícito sobre la violencia en Charlottesville pareció un reflejo genuino de sus creencias. Sin duda, es similar a su negativa a condenar las tácticas de autócratas como los presidentes de Filipinas, Rodrigo Duterte, y de Rusia, Vladimir Putin.

"La presidencia es un centro de autoridad moral en este país", señala Robert Daliek, un historiador que se apresta a publicar una biografía de Franklin D. Roosevelt. "Cada presidente antes de Trump lo pensó así".

Los antecesores de Trump, desde el primer presidente, George Washington, con diversos grados de éxito, intentaron unir a los ciudadanos en un propósito moral superior. En las últimas décadas, el papel del presidente como árbitro moral se ha profundizado, a medida que la sociedad se hace más secular, tiene más diversidad racial y étnica, y está más atomizada por la fragmentación de los medios de comunicación y el ascenso de las redes sociales.

"En tiempos modernos, con las comunicaciones instantáneas, muchos estadounidenses tienen inclinación a ver al presidente como guía sobre lo que deben pensar en temas cruciales", dice el historiador Michael Bechloss. "Un presidente siempre debe hablar con un grado intenso de sensibilidad moral".

Ninguno de los antecesores de Trump cumplió con los estándares morales que fijó. Pero, hasta ahora, ninguno rechazó el concepto de liderazgo moral. En su primera respuesta, Trump condenó la violencia "de muchos lados". Después, expresó un sentido de futilidad de que las divisiones entre estadounisenses nunca sanarán. THE NEW YORK TIMES

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