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La incómoda herencia de Mao para los comunistas chinos

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La imagen del fundador de la China comunista domina la Plaza Tiananmen, donde en 1949 declaró la República Popular. Foto: AFP.
NICOLAS ASFOURI

La figura del líder sigue presente en toda China, hasta en los billetes.

Hace ya 40 años que falleció pero la figura de Mao Zedong sigue apareciendo por todas partes en China, desde los billetes hasta su enorme retrato en la plaza Tiananmen de Pekín, una herencia cuya gestión sigue resultándole molesta al Partido Comunista Chino (PCC).

Mao es "a la vez el Lenin y el Stalin del PCC", declaró a la AFP Frank Dikötter, especialista del periodo maoísta de la Universidad de Hong Kong. "Como Lenin, llevó al Partido Comunista al poder. Como Stalin, cometió espantosos crímenes contra la humanidad", explica Dikötter.

Hijo de un agricultor acomodado, Mao aspiraba a transformar su país en un paraíso socialista, un sueño por el que no cedió en lo más mínimo.

Cofundador del PCC en 1921, llegó al poder 28 años después, tras haber luchado contra los japoneses y haber vencido al ejército gubernamental chino. El 1° de octubre de 1949, proclamó la instauración de la República Popular frente a la plaza de Tiananmen.

Pero los abusos no tardaron en llegar. Obsesionado por perseguir a los "contrarrevolucionarios", Mao ordenó múltiples purgas, que dejaron cientos de miles de víctimas.

A finales de los años 1950, su "Gran salto adelante", una campaña económica de objetivos irreales, acabó con la agricultura y provocó un hambruna que costó la vida a decenas de millones de chinos.

Durante la década anterior a su muerte, lanzó y dirigió la Revolución Cultural (1966-1976), una orgía de violencia física y psicológica que conmocionó al PCC y que traumatizó al país durante años.

Una vez muerto Mao, el PCC hizo balance de su gestión, llegando a la conclusión de que fue "un gran marxista y un gran revolucionario, estratega y teórico proletario" pero que cometió "graves errores".

"Lo más importante son sus logros. Luego vienen sus errores", concluyó el partido en aquel momento, una postura "que no ha cambiado verdaderamente", a pesar de las reformas emprendidas por su sucesor, Deng Xiaoping, que transformaron China profundamente, según Dikötter. "Uno no puede evocar la credibilidad, la reputación y la imagen de Mao sin socavar los cimientos del Partido Comunista chino".

Una amnesia.

El actual presidente chino, Xi Jinping, el dirigente más poderoso desde el antiguo gran timonel, denuncia tanto el "nihilismo histórico" como el "neoliberalismo", apuntando tanto a los idólatras como a los detractores del periodo maoísta.

"Se constata una amnesia, suscitada por el poder, del balance real de Mao", dijo Fei-Ling Wang, especialista de China en el Instituto Tecnológico de Georgia.

Cualquier crítica directa sigue siendo peligrosa: en 2015, un presentador de la televisión pública fue suspendido tras la difusión de un video en el que aparecía cantando una canción que ridiculizaba a Mao, durante una fiesta privada. En cambio, algunos alaban la ideología maoísta para criticar el rumbo capitalista que ha tomado la economía china.

"Los ciudadanos, los artistas y los militantes deben navegar constantemente entre las fronteras difusas de lo que es políticamente aceptable", estimó Jessica Chen Weiss, especialista en política china de la Universidad Cornell de Nueva York.

Sin embargo, la herencia de Mao sigue siendo muy subjetiva, destacó Jeff Wasserstrom, historiador y autor de una obra sobre la China moderna.

Un obrero en el paro se verá más inclinado a idealizar "al Mao heroico de los años 50, hablando de los agricultores como de "amos" naturales de la sociedad y prometiendo a los hombres como él empleos de por vida", explicó Wasserstrom.

Al contrario, las víctimas de la Revolución Cultural lo considerarán como "un personaje senil, culpable de malas decisiones, que sumió a China en el caos".

Más fuerte que Jesús.

Con todo, algunos chinos conservan una sincera veneración por Mao, en ocasiones considerado como un semidios, explicó Li Yaxing, profesora de "pensamiento Mao Zedong" en la Universidad de Xiangtan, en la ciudad natal del exdirigente.

"Nadie es perfecto. La Revolución Cultural fue un error cometido en el camino hacia el socialismo de características chinas", declaró. En aquella época, el mundo había conocido a pocos personajes dotados de un aura así, según Li. "Ni siquiera Jesús gozaba de una reputación tan grande".

Para Dikötter, la relación entre los dirigentes chinos actuales y Mao descansa más en las consideraciones personales que en el respeto.

Para ellos, el caos del periodo maoísta es como un secreto de familia. "La mayoría de los dirigentes y sus familias estaban implicados en aquella época, incluyendo a la familia de Xi Jinping", declaró.

"Todos los miembros del Partido tienen interés en que no se haga un análisis real de la historia", agregó.

"A todos les interesa asegurar que el retrato de Mao siga bien colgado" en la plaza de Tiananmen.

Un profeta en su tierra.

Estatuas, camisetas, bolsas, fundas para móvil... La imagen de Mao Zedong es un producto de consumo más en su lugar natal, que vive del turismo y la venta de recuerdos con el rostro o la figura del más famoso de sus hijos.

Los turistas que cada año acuden a esta pequeña ciudad de la sureña provincia de Hunan (casi 17 millones en 2015) no pueden resistir la tentación de comprar todo tipo de recuerdos de Mao, entre los que destacan sobre todo las estatuas, de las que Shaoshan es sin duda la capital. Y es que estatuas y bustos del histórico líder comunista chino dominan de forma abrumadora los puntos de venta de los múltiples lugares turísticos que se visitan en Shaoshan relacionados con la vida y obra de Mao. Se trata de obras de entre 20 centímetros y tres metros, que muestran a Mao en todas las variantes imaginables: joven o ya maduro; de pie saludando con el brazo derecho en alto o sosteniendo el documento fundacional de la República Popular y sentado en varias posiciones; aunque también hay bustos de todo tipo.

Las obras van desde caras, piezas de bronce, hasta aleaciones menos ricas. EFE

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