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Implosión inexorable

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Venezuela ya no puede permanecer donde está. Su situación se ha vuelto insostenible. O bien termina de convertirse en un régimen totalitario, sostenido exclusivamente en la represión militar y el control de los servicios de inteligencia, o bien se derrumban el poder autoritario y el paralizado modelo económico, dando paso a una transición a la democracia y la economía de mercado.

No hay tercera posibilidad. La creación de Hugo Chávez terminó de colapsar. Solo podía sostenerse con los precios internacionales del crudo a nivel estratosférico.

De tal modo, lo que está desintegrándose no es solo la patética "ineptocracia" que encabezan Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y la cúpula militar. Al modelo no lo creó este presidente abrumadoramente inepto y la mafia cívico-militar que selló una alianza en base al contrabando de combustible, al narcotráfico y también a formas corrientes de corrupción. Al modelo económico lo creó Chávez al grito de "exprópiese"; diluyendo toda influencia del mercado en una economía que transitó por mano única hacia la estatización total.

Amén de su descomunal ineptitud, Maduro no podía torcer el rumbo que había impuesto el líder bolivariano. Solo Chávez tenía la autoridad para sacar a Venezuela del pantano donde la hundió. Maduro es apenas un heredero sin derecho ideológico propio.

Cuando Nikita Khrushev quiso quitarse el chaleco de fuerza colectivista que había heredado de Stalin, primero debió matar el mito del dictador comunista. Recién después de poner en marcha la "desestalinización" (denuncia de los crímenes del tirano al que había servido como comisario político) Khrushev pudo flexibilizar el proceso.

Es inimaginable que caudillos mediocres como Maduro puedan dinamitar la imagen de su antecesor, como lo hizo Khrushev.

La pregunta es cómo sería la actualidad si Chávez no hubiera muerto. Y la respuesta es que sería exactamente igual si el líder bolivariano se hubiese atado a sus ideologismos, como Ulises al mástil de su barco cuan-do atravesó el reino de Parténope.

El presente de Venezuela sería diferente solo si Chávez se hubiese apoyado en su costado más pragmático y en lugar de "profundizar el modelo" hiperestatista, hubiera retrocedido para restituir al menos cierta gravitación del mercado.

Rafael Correa y Evo Morales, sobre todo el boliviano, son dos ejemplos de ideologismo en el discurso pero pragmatismo inteligente en el manejo de la economía. Maduro no parece tener capacidad ni siquiera para entender la diferencia.

LA BITÁCORA

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