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El imán de los grandes museos

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Hollande observa valiosas piezas en el Louvre. Foto: AFP.
French president Francois Hollande (C), Director-General of the United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization (UNESCO) Irina Bokova (L) and French Minister of culture and communications Fleur Pellerin (4-L) examine an antique statuette of Ebih-II as they tour the Oriental antiquities department of the Louvre museum, in Paris, France, 18 March 2015. AFP PHOTO / POOL / IAN LANGSDON FRANCE-POLITICS-ARTS-MUSEUM-LOUVRE
IAN LANGSDON/AFP

Casi 10 millones de visitantes al año en el Museo del Louvre, 7 millones en el British Museum, 6,2 millones en el Metropolitan de Nueva York: los grandes museos registran una afluencia récord y este éxito los obliga a repensar su futuro.

"El Gran Louvre se imaginó para cinco millones de personas, y hace tres años consecutivos que recibimos más de nueve millones", señala Jean-Luc Martinez, presidente de este museo de 404 salas, uno de los más visitados del mundo.

Acaba de lanzar el "Proyecto Pirámide" para mejorar de aquí a mediados de 2016 la experiencia de los visitantes: boletería, colas, guardarropa, todo se va a revisar. "Si no cuidamos al visitante, cómo quieren que vaya bien el encuentro con las obras de arte?", dijo Martínez a la AFP.

Hacer frente al aumento de visitantes es también la preocupación de Glenn Lowry, director del museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA).

Por eso, diez años después de una primera extensión que le permitió duplicar la frecuentación (a tres millones de visitantes), el MoMA quiere agrandarse todavía más destruyendo un edificio colindante.

La misma preocupación existe en Versalles, que va a abrir un nuevo espacio de 2.700 m2 para acoger a una parte de los 10 millones de visitantes que van cada año al palacio y el parque.

Algunos museos, conscientes de ser ahora atracciones turísticas, cuidan también su oferta de restauración y desarrollan tiendas de diseño como la pionera del MoMA.

Otra opción ha sido extender los horarios de apertura. Desde 2013, el MoMA y el Met están abiertos los siete días de la semana. El gobierno francés pidió al Louvre, a Versalles y al museo de Orsay que los imitaran.

Para el máximo responsable del Louvre, "el problema no es hacer más, sino mejor".

Guy Cogeval, presidente del museo de Orsay (3,5 millones de visitantes), coincide: "La gestión de los flujos fue una de mis grandes preocupaciones, tratamos de repartir a los visitantes" entre las diferentes secciones.

Diverso.

Como consecuencia de la globalización, además de más numeroso, el público es también mucho más ecléctico.

Terminó también el tiempo en que los museos eran un coto reservado para aficionados cultos. "Todavía estamos lejos de haber sacado todas las conclusiones de esta diversificación", considera Alain Seban, quien dirigió el Centro Pompidou de París en los ocho últimos años.

El 70% de los visitantes del Louvre son extranjeros, como el 80% de los de Versalles. "Esto implica otra manera de recibirlos, tratando de entender lo que vienen a buscar", señala Catherine Pégard, presidenta del palacio-museo.

"Ahora pensamos mucho más en la composición del público y en lo que espera de la National Gallery", coincide Susan Foister, responsable de relaciones públicas en el museo londinense, que recibió más de seis millones de visitantes a lo largo de 2013.

Este nuevo público no tiene las mismas referencias intelectuales que el de antaño. Los turistas, generalmente en grupo o en familia, llegados de países lejanos, siguen a menudo un recorrido jalonado por tres o cuatro paradas ineludibles: "La Gioconda", la "Venus de Milo", "Las Señoritas de Avignon", "La Venus del Espejo", la habitación del Rey en Versalles, entre otras atracciones.

El público, que no suele ir a más de un gran museo por año, también ha rejuvenecido: el 30% de los visitantes del museo de Orsay tiene menos de 26 años, y el 50% de los del Louvre menos de 30.

A partir de esta realidad surge un interrogante: ¿Cómo dirigirse a estos visitantes? "Hay que partir de la base de que la gente no sabe nada", estima Jean-Luc Martinez.

Explicar lo que parece obvio, multiplicar las lenguas de traducción, adaptar los textos a los diferentes países. Un trabajo alimentado por lo aprendido en las antenas creadas en Francia o en el extranjero.

"La misión de un museo es permitir que el público más amplio posible pueda venir a ver las colecciones", resume Jan-Luc Martinez.

Visita se amplía por internet.

TraVarios museos también apuestan por lo digital. La mayoría propone información que se puede descargar antes de la visita. El Centro Pompidou, en el que dos de cada tres visitantes posee un teléfono inteligente, lanzará una aplicación en la que propondrá un recorrido individualizado tras completar un breve test. Habrá una relación cada vez más personalizada con el público, inspirándose en las prácticas de la distribución, anticipa Alain Seban. Internet permite prolongar la experiencia tras la visita. La web del Met recibió más de 26 millones de visitas en 2014 y la de la National Gallery más de seis millones.

Tienda del MoMA recibió 2,5 millones de visitantes.

Cuando algunos museos todavía se asustan ante la idea de vender recuerdos, el célebre MoMA de Nueva York ha hecho de este concepto uno de sus motivos de orgullo y su tienda de diseño es casi tan visitada como sus salas repletas de obras de arte.

La primera tienda abrió en 1939, un pequeño mostrador de venta en el Museo de Arte Moderno que acababa de instalarse en la calle 53 de Manhattan, cerca de la Quinta Avenida. Desde aquellos inicios modestos se ha transformado, y actualmente cuenta con cinco espacios de venta en la ciudad —dos de ellos dedicados al diseño—, otro en Tokio y varios sitios de venta en línea. La más conocida de todas es la consagrada de manera exclusiva al diseño, en la calle 53, justo enfrente del museo.

Los objetos son presentados a menudo con una pequeña descripción, el nombre del artista y el año de concepción.

En algunos casos, se trata de obras que figuran en la colección del MoMA. Otras veces son exclusividades seleccionadas por los compradores del museo que recorren el planeta para renovar las estanterías dos veces por año.

La tienda también incluye productos innovadores, que surgieron gracias a sitios web de financiación colectiva.

"3Doodler", por ejemplo, es el primer bolígrafo que permite crear en tres dimensiones y una de las estrellas del momento: nació de una colaboración entre el MoMA y más de 26.500 contribuyentes en la web Kickstarter.

En un sector, se exponen unas sorprendentes lámparas que crean una ilusión 3D, idea de Nir Chehanowski, establecido en Tel Aviv.

"Es muy importante que nuestros clientes tengan, globalmente, la misma experiencia que en el museo. Cuando miran una obra de arte, saben lo que miran, de dónde viene, e intentamos reproducir eso en nuestras tiendas", explica Chay Costello, directora adjunta de comercialización del MoMA.

Todos los productos son objeto de una selección draconiana. Los que son descubiertos en ferias especializadas o en los talleres de artesanos locales en cualquier rincón del planeta, son trasladados a Nueva York para pasar controles de calidad, cuenta Costello.

En total, las tiendas neoyorquinas del MoMA recibieron unos 2,5 millones de visitantes el año pasado. AFP

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Hollande observa valiosas piezas en el Louvre. Foto: AFP.

Afluencia récord de público obliga nuevo enfoque que incluye medios digitales

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