La despedida de un líder

Estados Unidos, emocionado, rinde homenaje a George H. W. Bush y evoca sus logros y grandeza.

Por un día, Estados Unidos superó su profunda división política para rendir homenaje y despedir a George H. W. Bush, el 41° presidente, héroe de la Segunda Guerra Mundial, vicepresidente, legislador, diplomático y director de la CIA, pero por sobre todo un hombre de gran bondad.

Bush, que falleció el viernes pasado a los 94 años, fue elogiado y reconocido como un patriota que siempre situó en primer lugar el interés general y del país. "Fue el último gran estadista de Estados Unidos", dijo su biógrafo, el historiador John Meacham, al hablar en la Catedral Nacional en Washington. "Su credo en la vida era decir la verdad, no culpar a la gente, ser fuerte, hacer las cosas lo mejor posible, esforzarse, perdonar y mantener el rumbo".

A su vez, su hijo y 43° presidente, George W. Bush, conmovido, destacó: "Para nosotros, el suyo era el más brillante de mil puntos de luz". De esa manera recordó la frase de su padre sobre la rica diversidad de Estados Unidos. "Me mostró lo que significa ser un presidente que sirve con integridad, lidera con valentía y actúa con amor en su corazón para los ciudadanos de nuestro país".

El único hecho de discordia lo protagonizaron el presidente Donald Trump y Bill y Hillary Clinton, que no se saludaron ni se miraron en la Catedral. En cambio, el mandatario y su señora Melania, dieron cordial apretón de manos a Barack Obama y su señora Michelle.

Bush hijo saludó a todos y le entregó un caramelo a Michelle en recuerdo del gesto similar que compartieron en el funeral de John McCain.