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Golpe al poder turco

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Ni las bombas en el aeropuerto Atatürk ni las que regaron de muertos el casco antiguo de Estambul fueron el peor daño que sufriera el gobierno turco. El peor daño se lo causó el agente que acribilló al embajador de Rusia.

El magnicida era el policía especial que el Estado turco había designado para la protección del diplomático. Si el hombre que debía cuidarlo fue quien lo acribilló, el gobierno más dañado no es el ruso, sino el de Turquía. Erdogán queda ante el mundo como un gobernante que ya no puede garantizar ni la seguridad de los embajadores.

Si detrás del asesino estuvo el PKK o la otra organización separatista kurda, "Halcones de la Libertad", lo más probable es que el blanco haya sido el gobierno turco, que bombardea a los kurdos en las montañas del sur mientras bombardea a los milicianos kurdos que luchan contra ISIS en Irak y en Siria. También es posible que el objetivo haya sido el que proclamó el asesino junto al cadáver de su víctima: denunciar los masivos bombardeos lanzados por Rusia para que el régimen de Al Asad pudiera recuperar Alepo.

Sin esa lluvia indiscriminada de bombas rusas, el ejército sirio no habría podido sacar de la ciudad a los rebeldes. Y esas milicias luchaban contra Al Asad sin cometer masacres ni aliarse con ISIS.

Erdogán trataba de recomponer con Putin la relación dañada en Siria, donde tomaron partido por bandos enfrentados. Mientras negociaban, irrumpió la sombra de un odio ancestral que se remonta a las guerras entre cosacos y tártaros, y a Catalina la Grande arrasando los canatos que rodeaban el Mar Negro.

Erdogán trataba de apagar las llamas que él mismo provocó, derribando un cazabombardero ruso. Pero un agente de su propio servicio de seguridad cometió el magnicidio que hirió gravemente su poder, con las mismas balas que mataron al embajador ruso.

LA BITÁCORA

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