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Francisco, cambio y continuidad

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Misericordia et Misera" se llama la carta apostólica que acaba de sacudir a la curia romana. En ese documento, el Papa concede "a todos los sacerdotes…la razón de absolver a quienes hayan procurado el pecado de aborto".

Señala Francisco que "cuanto había concedido de modo limitado para el periodo jubilar, lo extiendo ahora en el tiempo". Aunque a renglón seguido se encarga de "enfatizar con todas mis fuerzas que el aborto es un pecado grave porque pone fin a una vida humana inocente", el paso que dio el jefe de la iglesia implica un gesto desafiante a los poderosos sectores ortodoxos del clero y a las influyentes organizaciones para-eclesiásticas.

Sin embargo, no está claro si este paso gigante en el ámbito eclesiástico tendrá correlación en el accionar de la Iglesia católica sobre la sociedad secular. La pregunta es si Francisco acompañará la absolución que ordenó a los sacerdotes, haciendo cesar todas presiones que la Iglesia ejerce sobre las autoridades seculares de la sociedad para impedir la legalización del aborto, así como otras leyes que considera reñidas con principios eclesiásticos.

Hasta ahora, la dirección que Bergoglio intenta darle a la Iglesia muestra contradicciones. La cuestión central no es la posición que, ante tal o cual problemática humana, asuman las religiones. La cuestión central es la superposición del poder religioso y el poder político que rige la sociedad.

La posición del catolicismo en temas como el aborto, es algo interno del catolicismo. Lo que el Papa haga en ese terreno es una cuestión puramente eclesiástica. Influye sobre los fieles de esa Iglesia. Pero ese debe ser el límite.

La sociedad democrática debe permitir a las religiones exponer libremente sus posiciones, pero las religiones no deben imponérselas a toda la sociedad. Y en eso, Francisco es un continuista de la eterna nostalgia medieval con que la iglesia católica busca imperar por sobre el poder político.

Dentro de la iglesia, los pasos de Francisco son innovadores. Pero en lo fundamental, que es la relación del clero con el poder secular, sigue la línea de la injerencia. Mediante presiones de todo tipo, abiertas y veladas, intenta que las leyes votadas por los parlamentos reflejen las visiones que la iglesia tiene sobre todo lo que concierne a educación y sexualidad, entre otras cosas. Y los poderes legislativo, ejecutivo y judicial representan a toda la sociedad, y no sólo a los católicos.

LA BITÁCORA

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