Las agencias de seguridad estadounidenses alistan sus planes para custodiar la ceremonia de asunción presidencial de Donald Trump, contemplando la asistencia de al menos un centenar de organizaciones que anunciaron protestas contra el magnate.

Tiradores solitarios, embestidas con camiones y drones con armas son algunos de los posibles riesgos considerados por las agencias estadounidenses de seguridad en su preparación para la ceremonia de investidura de Donald Trump el viernes 20.

Está prevista la movilización de unos 28.000 agentes, incluyendo el Servicio Secreto, la Guardia Nacional, el FBI y la policía regional, para garantizar la seguridad de la ceremonia.

Los techos de todos los edificios próximos estarán tomados por francotiradores, el FBI tendrá detectores de radiación, químicos y biológicos en la zona, y las autoridades estarán protegidas por gruesos vidrios antibala.

La tradicional caravana desde el Capitolio a la Casa Blanca también presenta un enorme desafío logístico y de seguridad. El presidente Jim-my Carter sorprendió a la nación (y a los agentes de seguridad) en 1977 al caminar todo el trayecto, de casi dos kilómetros, después de jurar. Desde entonces, los presidentes caminan un pequeño trayecto, un gesto que representa un momento de extraordinaria tensión para el Servicio Secreto, agencia responsable de la protección del presidente y su familia.

Se estima una concentración de entre 700.000 y 900.000 personas, incluyendo al menos unos 99 grupos que planean realizar protestas. Por eso, un área de siete kilómetros cuadrados en el centro de Washington se cerrará completamente al tráfico de vehículos, con excepción de los automóviles del personal de seguridad.

Quienes quieran acompañar la ceremonia no podrán llevar mucho más allá de sus teléfonos celulares, cámaras y sus documentos. La larga lista de objetos prohibidos incluye aerosoles, globos, bicicletas, objetos de vidrio, punteros de láser y, obviamente, cualquier tipo de arma.

Solamente se permitirán bolsos pequeños. Esto es consecuencia de lo ocurrido en abril de 2013, cuando dos hermanos de origen checheno hicieron estallar explosivos artesanales que portaban en sus mochilas durante la Maratón de Boston, matando a tres personas.

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