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Dictadores en alerta tras el fin de los regímenes en Argelia y Sudán

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Manifestantes desafían en las calles al ejército pese a la caída del dictador Abdelaziz Buteflika. Foto: Reuters

CAMBIOS POLÍTICOS EN EL NORTE DE ÁFRICA

Analistas especulan con una nueva “primavera árabe” en el norte africano.

Tras la caída de los presidentes argelino Abdelaziz Buteflika y sudanés Omar al Bashir, los regímenes autoritarios observarán con preocupación las manifestaciones populares en el norte de África.

Aunque la caída de estos dos mandatarios es producto de situaciones específicas de cada país, los analistas consideran que sirve de advertencia para los dirigentes autoritarios que pretenden ignorar el malestar popular, especialmente cuando se alimenta de frustraciones económicas.

Tanto en Argelia como en Sudán, sendos dirigentes quedaron, tras décadas en el poder, abandonados por las Fuerzas Armadas.

“Las situaciones argelina y sudanesa son muy diferentes pero incluyen una lección para autócratas y dictadores: la sed de justicia, de democracia y de igualdad social es universal”, destaca Marc Pierini, del instituto Carnegie Europe, con sede en Bruselas.

“En estos dos países la población está harta de ver dirigentes aferrándose al poder, decidiendo todo y llenándose los bolsillos”, resume Pierini, exrepresentante de la Unión Europea en Túnez, Libia, Siria, Marruecos y Turquía.

“También es interesante constatar que el ejército ya no está necesariamente detrás de estos autócratas y que quizás tiene una visión a más largo plazo”, añade durante una entrevista con la AFP.

No muy lejos de esos países, Egipto está dirigido por el exgeneral Abdel Fatah al Sisi, quien destituyó a su antecesor, el islamista Mohamed Mursi en 2013, un año antes de ser elegido presidente. Al Sisi intenta enmendar la Constitución para mantenerse a la cabeza del país más allá de 2022, cuando concluya su segundo mandato.

Es difícil predecir si la caída de Buteflika y Al Bashir desencadenará un movimiento a través de la región, como ocurrió durante la llamada Primavera Árabe en 2010-2011, señala Sharan Grewal, experto en Medio Oriente de la Brookings Institution, basada en Washington.

“No obstante, las revoluciones tienden a llegar por oleadas”, advierte, citando no solo la Primavera Árabe, sino también los casos de Georgia y Ucrania, o incluso la caída del comunismo en Europa del Este en 1989.

“El éxito de los manifestantes en un país tiende a hacer que otras poblaciones piensen que la revolución es posible en su país”, considera. “Pueden estar seguros de que los dictadores de la región observan estos levantamientos con preocupación”.

A las autocracias y las dictaduras “les cuesta darse cuenta y adaptarse a la acumulación de crisis demográficas, tecnológicas y económicas”, recuerda Haim Malka, director adjunto para Medio Oriente del Center for Strategic and International Studies de Washington. “La región enfrentará nuevas turbulencias en el momento en que los ciudadanos y los regímenes autocráticos intenten renegociar el contrato social que los une”, considera, y añade que tendrán que pasar “años para que emerja un nuevo equilibrio”.

Pues incluso cuando se expulsa a un dirigente del poder, la crisis no termina. De esta manera, el presidente interino de Argelia, Abdelkader Bensalah, se encuentra “entre la espada y la pared”, al tener que garantizar la estabilidad al tiempo que enfrenta las exigencias de los manifestantes, destaca Anthony Skinner, director de Verisk Maplecroft, una empresa británica de consejo en gestión de riesgos. “Creo que los manifestantes mantendrán la presión contra la élite. La administración quiere apegarse a la actual hoja de ruta sin tener que hacer nuevas concesiones”, explica.

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