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El desafío de movilizar recursos públicos y privados para alimentar al mundo

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Niñas esperan para recibir un plato de comida de una organización de ayuda humanitaria. Foto: AFP

UN PROBLEMA ACUCIANTE

En 2050, habrá 10.000 millones de habitantes; se desperdicia el 30% de los alimentos.

El reto de movilizar más esfuerzos públicos y privados contra la malnutrición, que está en ascenso en el mundo, afronta Qu Dongyu, el nuevo director general de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Qu comenzó su mandato el viernes en sustitución del brasileño José Graziano da Silva, que en sus casi ocho años al frente de esa agencia insistió en la necesidad de lograr dietas más saludables y sostenibles, visto que producir alimentos suficientes a nivel global no basta para terminar con el hambre. Todo lo contrario: en 2018, la desnutrición crónica creció por tercer año consecutivo hasta afectar a casi 822 millones de personas, al tiempo que ya son más quienes sufren la obesidad y unos 2.000 millones (una de cada cuatro personas) tienen inseguridad alimentaria.

En el contexto de estos problemas surge el gran desafío: ¿Cómo alimentar a una población mundial cada vez más numerosa sin destruir la naturaleza? Este interrogante crucial es enfocado en una reunión que se realiza en Ginebra desde el viernes y en la que se analiza un texto de más de 1.000 páginas, elaborado por el grupo internacional de expertos de la ONU sobre el cambio climático (IPCC), dedicado a ese fenómeno, así como a “la desertización, la degradación de los suelos, la gestión sostenible de las tierras, la seguridad alimentaria y los flujos de gases con efecto invernadero en los ecosistemas terrestres”. El documento constituye el análisis científico más completo sobre este tema realizado hasta ahora.

El texto destacará la forma en que la alimentación industrial, del productor al consumidor, la explotación generalizada de los recursos o incluso algunos esfuerzos para contrarrestar los efectos del cambio climático, comprometen la capacidad de la humanidad para alimentarse en el futuro.

“Se puede decir que este informe concierne mi paisaje, mi granja, mi alimentación”, declaró el presidente del IPCC, Hoesung Lee.

Estos problemas, que afectan a países pobres y desarrollados, son expuestos en el informe:

-1. Desperdicio. Un borrador del resumen de este informe, indica que entre el 25% y el 30% de la alimentación que se produce anualmente para el consumo humano -cerca de 1.300 millones de toneladas- se pierden o se desperdician. Una cifra que aumentó 40% desde 1970 y que representa 200 calorías al día por persona. La FAO advierte que la pérdida cuesta casi un billón de dólares cada año. Equivale, además, al 8% de las emisiones de gases con efecto invernadero.

-2. Desigualdad. El desperdicio de alimentos no es igual en todas partes. El informe del IPCC subrayará las grandes disparidades entre los sistemas de producción en los países ricos y en los países en desarrollo. La FAO indica que los consumidores de los países ricos tiran a la basura cada año 222 millones de toneladas de alimentos en total, es decir, casi el equivalente de la producción de África subsahariana (230 millones de toneladas). Según el IPCC, los habitantes de Europa y Norteamérica tiran, de media, de 95 a 115 kilos de alimentos al año, en comparación con los entre 6 y 11 kilos de los países de África subsahariana y Asia.

-3. Pérdida y desperdicio. Las causas de este fenómeno varían mucho en función del grado de desarrollo de los países. En las naciones en desarrollo, el 40% de las pérdidas se registran después de la cosecha. En los países industrializados, un 40% de estas se producen en la fase de venta al por menor o a nivel de los consumidores. “En el sur, esto tiene mucho que ver con las dificultades en el transporte y la conservación de los alimentos, pues la comida se produce en pueblos y no puede llegar en buenas condiciones a los mercados”, explicó Teresa Anderson de la ONG Action Aid. “En el norte, las pérdidas son más importantes en los supermercados”.

-4. Exceso de peso vs. desperdicio. Unos 2.000 millones de adultos en el mundo tienen sobrepeso u obesidad, mientras que 822 millones de personas pasan hambre. El borrador del informe estima que “el consumo por encima de las necesidades nutritivas puede considerarse como una forma de desperdicio alimentario”, que es “un contribuyente al menos tan importante para las pérdidas del sistema alimentario” como el hecho de tirar la comida.

La agricultura emplea un tercio de todas las tierras de la superficie y tres cuartos del agua dulce del planeta. Con una población que rozaría las 10.000 millones de personas para mediados de siglo -frente a los 2.600 millones de 1950- el temor a llegar al límite del sistema resulta cada vez más acuciante.

“Aunque las tierras produzcan mucho más alimento del que se necesita para alimentar a todo el mundo, sigue habiendo millones de personas que se acuestan con hambre cada noche”, recordó Stephan Singer, de Climate Action Network.

Condicionada.

A esto se suman las dietas deficientes y la malnutrición que son responsables de casi uno de cada tres fallecimientos, y enfermedades no transmisibles como la diabetes o el cáncer. Impulsadas en gran medida por esa mala alimentación, cuestan al mundo 6,3 billones de euros al año. El sobrepeso y la obesidad se han convertido casi en un tsunami que coexiste con el hambre en numerosos países y requiere “más colaboración entre sectores”, señaló Katie Dain, presidenta de la Alianza contra las enfermedades no transmisibles.

Hambre en el mundo. Foto: AFP
Foto: AFP

La alimentación del futuro estará condicionada por el aumento de la población mundial, la rápida urbanización y los cambios en las dietas, en especial en los países de ingresos medios y bajos.

“Hay factores sociales, ambientales y comerciales que influyen e incentivan el consumo de determinados productos a expensas de la salud. No se trata de culpar actitudes personales”, aseveró Dain.

La directora del Grupo Mundial sobre la Agricultura y los Sistemas Alimentarios para Nutrición, Sandy Thomas, recalcó que “los gobiernos necesitan facilitar un cambio de actividad del sector privado a favor de alimentos más nutritivos y accesibles”. Para lograrlo, instó a alcanzar “un entendimiento común sobre la combinación adecuada de regulaciones e incentivos”, como las ayudas y los subsidios que deberían apoyar dicha transformación mediante la inversión, la innovación y la eficiencia en el sector.

El director ejecutivo de la Alianza Mundial para Mejorar la Nutrición, Lawrence Haddad, urgió a encontrar “nuevos aliados”, debido a que los gobiernos o los donantes “por sí solos” no van a ser capaces de poner fin a la malnutrición.

Puntualizó que “la mayoría de las personas obtienen sus alimentos comprándolos en el mercado”, de ahí la importancia de involucrar al sector privado para promover los cambios, posibles siempre que haya movilización social.

Innovar con apuesta a las ciencias y tecnología

El compromiso de fomentar la innovación agrícola en el mundo para erradicar el hambre, fue asumido por Qu Dongyu. En la ceremonia realizada en Roma, el nuevo conductor del organismo apostó “por las ciencias modernas y la tecnología”, los distintos “enfoques para innovar en la agricultura” y una mayor investigación con la finalidad de cumplir los objetivos para una alimentación sostenible marcados a niver internacional.

Qu tendió la mano de los gobiernos, el sector privado y otros actores, de manera que se pueda “establecer el diálogo, construir confianza y aumentar la eficiencia”. Prometió una organización “más dinámica, transparente e inclusiva”. Nacido en 1963, Qu ha ejercido de viceministro de Agricultura de China desde 2015. Es el noveno director de FAO.

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