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La deriva opositora

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La oposición argentina cree que, de tanto repetir algo, se cumple. Los dirigentes antikirchneristas repiten como disco rayado que se acabó el ciclo kirchnerista; que la sociedad ya decidió cambiar y que lo dirá en las urnas de los próximos comicios presidenciales.

Pero las encuestas muestran que ningún opositor tiene el respaldo que tiene la presidenta y que quien lidera la intención de voto es un candidato oficialista: Scioli. Además, al primer test del cronograma electoral lo ganó holgadamente el salteño Urtubey, del Frente Para la Victoria.

¿Es que la mayoría de los argentinos ya decidió la continuidad del kirchnerismo? Eso no es seguro. Lo seguro es que la oposición no muestra capacidad de entender las consecuencias de sus actos. La economía vive una primavera que bien puede ser la ficcional consecuencia de un endeudamiento puramente electoralista. El grueso de los economistas críticos afirma que esta apuesta demagógica, sumada a la inviabilidad del modelo vigente, implica para el próximo gobierno heredar una bomba de tiempo.

El problema es que son los mismos economistas que, a finales de los noventa, afirmaban que la convertibilidad era indestructible y que la paridad uno a uno se sostendría por largas décadas. También son los mismos que llevan años diciendo que el modelo K se derrumba en un abismo de recesión con inflación. Si lo que dijeron que no pasaría con la convertibilidad, pasó; y lo que llevan años diciendo que ocurriría con este modelo, no ocurrió ¿por qué se supone que la sociedad deba creerles una vez más?

Los errores no son inocuos; tienen consecuencias. Y las tendrá para el radicalismo haber anunciado con bombos y platillos el Frente Amplio-Unen, con el Partido Socialista y Libres del Sur, desarmándolo a renglón seguido para echarse a los brazos de Mauricio Macri.

Por razones enigmáticas, solo al peronismo la sociedad le perdona todo tipo de estropicios. Algunos trágicos, como el de Perón, Isabel y los Montoneros; y otros socioeconómicos, como el de Menem. Los otros partidos saben que no pueden equivocarse sin pagar. No obstante, vuelven a protagonizar patéticas operetas.

La sensación que se expande es que el peronismo sabe sostener el poder, en cambio al radicalismo y sus semejantes se les cae irremediablemente.

Desde el fondo de la historia, lo que más temen los pueblos es la anarquía, el desgobierno. Lo explicó Heródoto, cinco siglos antes de Cristo, en el primer tratado de regímenes comparados. Lo repitió Maquiavelo en El Príncipe al despuntar el renacimiento y ahora se lo están diciendo las encuestas a los confiados y erráticos opositores argentinos.

La bitácora

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Claudio Fantini

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