Donald Trump alteró la más importante de las políticas de Estado de su país en la región, sin que las dirigencias republicana y demócrata hayan reaccionado.

Someter a México a semejante linchamiento, además de insensato, está a contramano del interés que para Washington tiene el país azteca. Desde ese interés estratégico, lo que debe hacer la Casa Blanca es exaltar a México, en lugar de castigarlo.

México es, en definitiva, el país latinoamericano que dejó de lado el sentimiento antinorteamericano que predomina en la región, para asociar su economía a la de la principal potencia capitalista del mundo. Los mexicanos debieron incluso remover sentimientos anti-norteamericanos originados en su propia historia. Por la guerra que Washington les impuso en 1846, por la negativa del gobierno de Joaquín Herrera a cederle Alta California, Nuevo México y Texas, los mexicanos perdieron un vastísimo territorio. En 1914, marines estadounidenses invadieron Veracruz, en respaldo al alzamiento de Venustiano Carranza contra Victoriano Huerta. Precisamente, por las permanentes injerencias del vecino en las derivas de la revolución agrarista, dos años más tarde el legendario Pancho Villa llevó a cabo lo que constituyó el único ataque externo sufrido por Estados Unidos en su territorio, hasta el bombardeo a Pearl Harbor.

El partido que fundaron Lázaro Cárdenas y Plutarco Elías Calles canalizó ese nacionalismo anti-norteamericano. Por eso es significativo que haya sido precisamente un gobierno del PRI, el que incorporó el país en el Nafta. El paso que dio Salinas de Gortari en los 90 fue sostenido por los gobiernos panistas. Y ahora que el PRI ha regresado al poder con una visión económica más abierta y liberal, en la Casa Blanca hay un presidente cuya aversión a los tratados de libre comercio se parece a la de los populismos e izquierdismos de América Latina.

El único país latinoamericano que firmó un tratado de libre comercio con Estados Unidos, está siendo humillado y castigado para saciar la tara xenófoba de quienes votaron a Trump por su delirante demagogia antimexicana.

LA BITÁCORA